"" mayo 2015 ~ El Chut <br> Expertos deportivos

"Que quien se calla cuanto me callé
no se podrá morir sin decirlo todo.".

José Saramago.

Aquí no dimite ni Dios

Perdonen la blasfemia, pero Dios también habría de dimitir de su cargo divino, si es verdad aquello que Alejandro Blanco afirmó en su condición de muy respetable presidente del Comité Olímpico Español. "Dios va con Madrid", dijo muy ufano. Qué cosas tiene el señor Blanco. Dios, ya se sabe, carga con demasiadas responsabilidades, y uno no puede pretender que se ponga siempre de su lado.

Ganó Wimbledon, perdió la “Batalla de los Sexos”

Este 25 de octubre se han cumplido 18 años del fallecimiento de una de las personas que más ha contribuido al progreso del tenis femenino y también a la igualdad de premios de la que tanto se habla en la actualidad.

Novelismo (I): “El germen de la traición”

Pateaban un balón de fútbol contra una pared, igual que cuando contaban apenas doce años. Se entendían sin palabras y agradecían mutuamente el silencio con el que se comunicaban. Pep Guardiola y Tito Vilanova hacían tiempo antes del entrenamiento de la mañana.

Mi futbolista favorito

Habría que recordar más a menudo la razón que convierte al fútbol en el más universal de los deportes: el fútbol es lo que es porque lo juegan niños de toda condición, y los ricos pocas veces son los mejores.

La decisión

"¿ Todos los días tomamos decisiones. Es inevitable. Prácticamente desde el primer momento, al despertar, cuando escoges poner primero un pie u otro en el suelo. La mayoría son nimias. "

18 mayo 2015

El Valencia que no cambiará la última jornada

--> Sería fácil esperar al domingo para echar cuentas de la temporada valencianista. Realmente así será para conocer el objetivo finalmente alcanzado por el club y ratificar si se ha alcanzado el prioritario, la clasificación para la próxima edición de la Liga de Campeones tras dos años de ausencia. Complicado predecir el desenlace observando los enfrentamientos de todos los equipos en liza, cada uno de ellos con algo en juego a excepción del Málaga, rival sevillista, al que sólo le restará el orgullo de vencer una especie de derbi andaluz que ha cogido mucha solera. Habrá que esperar algo más de 90 minutos pues y dejar jugar a los protagonistas. 


Un artículo de Jorge Segura.



     Conociendo el carácter de esta tierra y su gente, en función de lo que suceda en el estadio Juegos del Mediterráneo, no habrá término medio y justicia. Si el Valencia gana y acaba tercero, todo serán fuegos artificiales y fanfarrias. Si no lo hace y termina quinto, muchos se plantean ya quemar la falla. Unos cuantos, aferrados ahora al poder reinante, darán por buena cualquier cosa y justificarán el fracaso si es que llega. Otros, los que vivieron de mandatarios anteriores, verán incluso poco la tercera plaza, la que en otro tiempo les pareció la panacea. En general conviene apartarse de ambos y analizar el año futbolístico con perspectiva.

     Pase lo que pase en la última jornada, el equipo blanquinegro ha conseguido cotas muy positivas en una campaña que era muy difícil por encontrarse aún en pleno proceso de compra/venta del club. La primera y fundamental iniciar un proyecto deportivo con aparentemente base sólida. Nuno no sólo ha demostrado ser un entrenador técnicamente cualificado, además se ha manejado muy bien en la mayoría de circunstancias en la sala de Prensa, demostrando templanza, y ha sabido entender el mensaje que debía mandar y quería escuchar su afición.
     A esto hay que sumar un buen grupo de jugadores válidos para continuar lo iniciado en esta temporada. Alves, Otamendi, Mustafi, Gayà, Parejo, Fuego, Alcácer son una columna vertebral más que buena y da la sensación que muy implicada en todos los casos.
     Además, el equipo recuperó el orgullo de medirse cara a cara con los grandes rivales ligueros y verse capaz de vencer. Fue superior en resultados (y futbolísticamente en muchos momentos) a Real Madrid, Atlético de Madrid y Sevilla. Sólo el Barcelona le ganó siempre, pero también ante el campeón tuvo muchas opciones de triunfo. Si tenemos en cuenta que tres de ellos han sido los recientes finalistas de Champions y otro anda en camino de repetir éxito en la Europa League, sirve de base para entender que los blanquinegros están preparados para un posible regreso a la máxima competición continental. Eso y que un triunfo final daría el tope histórico valencianista en Primera, 77 puntos, aunque en 2004 eso valió una Liga.

     Claro que la balanza también tiene argumentos de peso en el lado negativo, partiendo de las dudas que generan varias de las incorporaciones de este mismo ejercicio, siendo además las más costosas. Rodrigo, Enzo Pérez y Negredo han dejado sombras, algunas muy oscuras, sobre la capacidad de aportación al conjunto. Claro que, dado el desembolso hecho por ellos, lo lógico sería dar una temporada más de margen, más aún teniendo en cuenta que tanto el delantero español como el medio argentino comenzaron su participación mediada la temporada.

     Otra de las vertientes negativas también atañe a otros futbolistas. Piatti, Feghouli o Barragán dieron la sensación de ser piezas recuperadas y muy aprovechables en momentos de la competición, pero en otros mostraron más de lo mismo de otros años, escaso rendimiento y bajón evidente de juego.

     Frente al subidón de competitividad ante los grandes rivales, se opone la falta de intensidad y resolución contra los de menor enjundia. Tristes recuerdos la goleada liguera recibida en Riazor, la eliminatoria copera ante el Rayo (que fue mejor) y la estrepitosa caída posterior frente al Espanyol. El Valencia no supo competir en un torneo que había sido teóricamente benévolo en el sorteo.

     Para acabar de hacer balance previo antes de la sentencia almeriense hay un dato irrefutable que conviene sopesar. El equipo de Mestalla se juega el sábado las habichuelas europeas contra dos equipos que han jugado mucho, pero que mucho más. Por ser concretos: el Sevilla ha disputado 17 partidos más en toda la temporada y el Atlético de Madrid, 14. La teórica ventaja de disputar (casi) sólo una competición no ha sabido aprovecharla el Valencia.


Escribe para 'El Chut': Jorge Segura (@jseguraclara)

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03 mayo 2015

Recibiendo a Pep Guardiola

--> Las guerras producen situaciones trágicamente contradictorias. La elección de un bando obliga al hombre de ideales nobles a compartir trinchera con indeseables. E incluso esos indeseables se tornan compañeros deseados en la medida en que en las guerras casi todo vale, y el mercenario más cruel puede contribuir de forma decisiva a la victoria de la causa defendida. Del mismo modo, el soldado debe ser consciente de luchar contra personas buenas y honestas, equivocadas o no, forzadas o dispuestas desinteresadamente a defender aquella otra bandera. Qué complicado es todo cuando cuesta distinguir por su comportamiento a los amigos de los enemigos. Uno acaba preguntándose si los nuestros son los nuestros, o si más valdría pegar tiros para este lado.

Un artículo de Sergio M. Gutiérrez.

Pep Guardiola, entrenador del Bayern de Múnich.

     Y hasta aquí la alegoría bélica. De hecho, detesto la ligereza con la que los narradores deportivos empleamos términos como disparo, séptimo de caballería, ariete, punta de lanza, encañonar, fusilar, batalla... Es un argot propio del siglo XIX, de un tiempo en el que los nuestros eran los buenos y los buenos éramos todos iguales, y no se toleraba la más mínima disensión, pues había que construir fuertes y gloriosos estados nacionales.

     Hoy, por fortuna, habitamos un mundo heterogéneo en el que las identidades culturales sufren transformaciones vertiginosas. El mito histórico de una nación homogénea se da de bruces con la realidad cambiante. No existe una cultura inalterable, existen culturas en constante evolución. No hay un único modo de ser catalán o del Barça, y desde luego ser hoy cualquiera de ambas cosas poco tiene que ver con lo que significaba serlo hace un puñado de años. Pero sí hay una continuidad, un modo de entender, un hilo narrativo que da sentido al todo.

     Pep Guardiola contribuyó quizá como nadie en la figuración de una reciente identidad culé. Casi todos los días me pregunto qué significa ser aficionado de un equipo. ¿Qué une a los hinchas del Real Madrid? Sin duda el gusto por el triunfo, que lo del noble y bélico (!) adalid ya pasó por completo de moda. ¿Qué hace del Deportivo de La Coruña el equipo de los coruñeses y también el de muchos que jamás pisaron A Coruña? Quizá aquel modo orgulloso de enfrentarse a los grandes. ¿Por qué se es del Sevilla o del Betis? Por los colores, dirán muchos; pero los colores no son más que reflejos distintos de la luz sobre la materia.
     No, el fútbol no puede explicarse por una cuestión estética, pictórica, por un gusto superficial hacia el blanco o el verde. Al final, casi siempre me respondo que la mayoría de los aficionados al fútbol no tiene ni pajolera idea de lo que significa ser de un equipo o de otro.
     Pero Guardiola, en efecto, dio contenido a los tonos 'blaugranas'. Más allá de la pretensión de representar a todo un país, ser del Barça es, desde Cruyff, ser aficionado al fútbol de pelota, de goles, expuesto y valiente. Pep elevó la idea a presupuesto necesario, la antepuso sin pudor a la victoria y la mejoró con un método sistemático y una ética estricta de trabajo. Es cierto que sin triunfos nada de eso habría devenido lo que hoy es, pero sin aquel fútbol revolucionario aquellos triunfos tampoco habrían alcanzado la dimensión que lograron: no se hablaría del mejor equipo de la historia; no habría inaugurado aquel estilo preciso una era completamente nueva en la historia de este juego.

     Hoy Guardiola es el enemigo. Y como en todas las putas guerras (malditos sean por siempre los malnacidos que las provocan), el enemigo es aquel que te debe derrotar para que tú no lo destruyas antes a él. Llegará Pep al Camp Nou con un Bayern transformado, en muchos aspectos a imagen y semejanza de su mejor Barça. Y peleará sólo porque el uniforme se lo exige y porque la naturaleza de la competición es la que es.

     Sin embargo, esto es fútbol y no una guerra. Aquí se puede aplaudir al rival. Habría de entenderse como buena costumbre la de aplaudir al rival cuando lo merece. Se debe aplaudir al rival sobre todo si el rival es una parte de uno mismo. Porque no hacerlo, tratarlo mal, mostrarse incluso indiferente, sería reconocer que careces de identidad, que tu único objetivo en el fútbol es ganar. Y entonces te parecerás a lo que más dices detestar.

     Casi convendría, en ese caso, que te pasaras al otro bando; porque ya estarás pegando tiros hacia tu propio lado.


Escribe para 'El Chut': Sergio M. Gutiérrez (@sergiomguti)

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Cuando la mente hace correr a las piernas

--> 'Mens sana in corpore sano', en el sentido originario de la expresión griega clásica, es decir, rogar por tener una mente fuerte en un cuerpo sano, que te ayude a superar todas las dificultades y retos. Probablemente este debería ser ahora el objetivo prioritario alcanzado por los equipos. A estas alturas de temporada, con todo por decidir en la mayoría de circunstancias ligueras y de competiciones europeas, los conjuntos que están en la lucha sobrevivirán más por la capacidad de sufrimiento y la mente limpia que simplemente por la frescura de piernas.

Un artículo de Jorge Segura (@jseguraclara).

(Añadir foto con leyenda centrada)

     Puede que el Atlético de Madrid fuera un claro ejemplo la temporada pasada. Agotado por el sobreesfuerzo de haber jugado tres competiciones prácticamente con 13 ó 14 futbolistas y con su principal jugador, Diego Costa, lesionado, parecía estar a punto de morir en la orilla tras tener en sus manos un doblete histórico. No lo hizo. Ganó la Liga soportando todo el físico adverso en casa del otro aspirante y sólo el famoso minuto 93 de Lisboa le privó de triunfar en su primera Champions. 
     Aquel gol de Ramos fue lo que torpedeó su línea anímica de flotación y terminó aniquilado en la prórroga no tanto por el cansancio sino por el directo moral que supuso.
     No soy psicólogo o preparador físico. Puede que ambos colectivos tengan recursos para rebatir mi pensamiento. Hablo sobre lo visto en tantos años de seguimiento al fútbol profesional. Tampoco reniego de la importancia de la preparación física. Al contrario. Es importante llegar bien preparado al cogollo dónde se deciden los torneos. Sólo pongo el foco en la capacidad que tienen los deportistas, individuales o en conjunto, de soportar el cansancio, el desgaste, la pesadez y rigidez muscular, el agotamiento... y prolongar mentalmente la actitud competitiva para resistir y alcanzar los objetivos, cualesquiera que sean. Como ese boxeador asfixiado, que arrinconado por el rival en el último asalto, se protege y soporta los golpes, consciente de que mantenerse en pie y escuchar la campana por ultima vez le dará la gloria.

     A ese último asalto han llegado Barcelona y Real Madrid en la lucha por la Liga, prácticamente también en la Liga de Campeones. Atlético de Madrid, Valencia y Sevilla (que también busca la gloria europea) lo hacen por la clasificación para la próxima Champions. Mientras que abajo, un grupo importante de equipos intentan sobrevivir en la élite. Y la sensación en cada uno de los partidos que juegan al límite, unos y otros, es que los más capacitados mentalmente, aquellos a los que no parece afectar la presión, serán los triunfadores.

     Por eso el orden de los encuentros ligueros que se disputan ahora es tan importante para algunos entrenadores y futbolistas. No todos son capaces de vivir al límite cuando a la hora de comenzar su envite ya saben que sus principales rivales terminaron el suyo, más aún si fueron capaces de ganarlo. Parece más justo por tanto enfrentarlos todos a la misma hora. No es un asunto baladí. Eso sólo ocurrirá en las dos últimas jornadas del campeonato, mandan las televisiones.

     Así, llegado este trascendental momento, es donde aparecen los grandes jugadores, más o menos cansados, para poner al servicio del equipo y del juego el talento donde otros carecen del mismo y donde el oxigeno tampoco regenera el cuerpo como debiera. Minutos de nervios, segundos dramáticos, todo por decidir. La maravillosa emoción del fútbol.


Escribe para 'El Chut': Jorge Segura (@jseguraclara)

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