"" Recibiendo a Pep Guardiola ~ El Chut <br> Expertos deportivos

"Que quien se calla cuanto me callé
no se podrá morir sin decirlo todo.".

José Saramago.

03 mayo 2015

Recibiendo a Pep Guardiola

--> Las guerras producen situaciones trágicamente contradictorias. La elección de un bando obliga al hombre de ideales nobles a compartir trinchera con indeseables. E incluso esos indeseables se tornan compañeros deseados en la medida en que en las guerras casi todo vale, y el mercenario más cruel puede contribuir de forma decisiva a la victoria de la causa defendida. Del mismo modo, el soldado debe ser consciente de luchar contra personas buenas y honestas, equivocadas o no, forzadas o dispuestas desinteresadamente a defender aquella otra bandera. Qué complicado es todo cuando cuesta distinguir por su comportamiento a los amigos de los enemigos. Uno acaba preguntándose si los nuestros son los nuestros, o si más valdría pegar tiros para este lado.

Un artículo de Sergio M. Gutiérrez.

Pep Guardiola, entrenador del Bayern de Múnich.

     Y hasta aquí la alegoría bélica. De hecho, detesto la ligereza con la que los narradores deportivos empleamos términos como disparo, séptimo de caballería, ariete, punta de lanza, encañonar, fusilar, batalla... Es un argot propio del siglo XIX, de un tiempo en el que los nuestros eran los buenos y los buenos éramos todos iguales, y no se toleraba la más mínima disensión, pues había que construir fuertes y gloriosos estados nacionales.

     Hoy, por fortuna, habitamos un mundo heterogéneo en el que las identidades culturales sufren transformaciones vertiginosas. El mito histórico de una nación homogénea se da de bruces con la realidad cambiante. No existe una cultura inalterable, existen culturas en constante evolución. No hay un único modo de ser catalán o del Barça, y desde luego ser hoy cualquiera de ambas cosas poco tiene que ver con lo que significaba serlo hace un puñado de años. Pero sí hay una continuidad, un modo de entender, un hilo narrativo que da sentido al todo.

     Pep Guardiola contribuyó quizá como nadie en la figuración de una reciente identidad culé. Casi todos los días me pregunto qué significa ser aficionado de un equipo. ¿Qué une a los hinchas del Real Madrid? Sin duda el gusto por el triunfo, que lo del noble y bélico (!) adalid ya pasó por completo de moda. ¿Qué hace del Deportivo de La Coruña el equipo de los coruñeses y también el de muchos que jamás pisaron A Coruña? Quizá aquel modo orgulloso de enfrentarse a los grandes. ¿Por qué se es del Sevilla o del Betis? Por los colores, dirán muchos; pero los colores no son más que reflejos distintos de la luz sobre la materia.
     No, el fútbol no puede explicarse por una cuestión estética, pictórica, por un gusto superficial hacia el blanco o el verde. Al final, casi siempre me respondo que la mayoría de los aficionados al fútbol no tiene ni pajolera idea de lo que significa ser de un equipo o de otro.
     Pero Guardiola, en efecto, dio contenido a los tonos 'blaugranas'. Más allá de la pretensión de representar a todo un país, ser del Barça es, desde Cruyff, ser aficionado al fútbol de pelota, de goles, expuesto y valiente. Pep elevó la idea a presupuesto necesario, la antepuso sin pudor a la victoria y la mejoró con un método sistemático y una ética estricta de trabajo. Es cierto que sin triunfos nada de eso habría devenido lo que hoy es, pero sin aquel fútbol revolucionario aquellos triunfos tampoco habrían alcanzado la dimensión que lograron: no se hablaría del mejor equipo de la historia; no habría inaugurado aquel estilo preciso una era completamente nueva en la historia de este juego.

     Hoy Guardiola es el enemigo. Y como en todas las putas guerras (malditos sean por siempre los malnacidos que las provocan), el enemigo es aquel que te debe derrotar para que tú no lo destruyas antes a él. Llegará Pep al Camp Nou con un Bayern transformado, en muchos aspectos a imagen y semejanza de su mejor Barça. Y peleará sólo porque el uniforme se lo exige y porque la naturaleza de la competición es la que es.

     Sin embargo, esto es fútbol y no una guerra. Aquí se puede aplaudir al rival. Habría de entenderse como buena costumbre la de aplaudir al rival cuando lo merece. Se debe aplaudir al rival sobre todo si el rival es una parte de uno mismo. Porque no hacerlo, tratarlo mal, mostrarse incluso indiferente, sería reconocer que careces de identidad, que tu único objetivo en el fútbol es ganar. Y entonces te parecerás a lo que más dices detestar.

     Casi convendría, en ese caso, que te pasaras al otro bando; porque ya estarás pegando tiros hacia tu propio lado.


Escribe para 'El Chut': Sergio M. Gutiérrez (@sergiomguti)

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1 comentario:

  1. Pero tu lo dices, no hay una manera unica de ser culer. Por qué hay que aplaudir por obligación a Guardiola?

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