"" 2014 ~ El Chut <br> Expertos deportivos

"Que quien se calla cuanto me callé
no se podrá morir sin decirlo todo.".

José Saramago.

Aquí no dimite ni Dios

Perdonen la blasfemia, pero Dios también habría de dimitir de su cargo divino, si es verdad aquello que Alejandro Blanco afirmó en su condición de muy respetable presidente del Comité Olímpico Español. "Dios va con Madrid", dijo muy ufano. Qué cosas tiene el señor Blanco. Dios, ya se sabe, carga con demasiadas responsabilidades, y uno no puede pretender que se ponga siempre de su lado.

Ganó Wimbledon, perdió la “Batalla de los Sexos”

Este 25 de octubre se han cumplido 18 años del fallecimiento de una de las personas que más ha contribuido al progreso del tenis femenino y también a la igualdad de premios de la que tanto se habla en la actualidad.

Novelismo (I): “El germen de la traición”

Pateaban un balón de fútbol contra una pared, igual que cuando contaban apenas doce años. Se entendían sin palabras y agradecían mutuamente el silencio con el que se comunicaban. Pep Guardiola y Tito Vilanova hacían tiempo antes del entrenamiento de la mañana.

Mi futbolista favorito

Habría que recordar más a menudo la razón que convierte al fútbol en el más universal de los deportes: el fútbol es lo que es porque lo juegan niños de toda condición, y los ricos pocas veces son los mejores.

La decisión

"¿ Todos los días tomamos decisiones. Es inevitable. Prácticamente desde el primer momento, al despertar, cuando escoges poner primero un pie u otro en el suelo. La mayoría son nimias. "

30 diciembre 2014

El año del gatillazo

--> Se acaba. 2014 respira ya poco y mal. Afortunadamente para la mayoría. Al menos el calendario cambiará de número, nos ayudará a respirar hondo y pensar que 2015 será diferente, aunque quizás no sea tan distinto. Habrá nuevas oportunidades, pero otras jamás podrán recuperarse. Este que acaba ha sido sin duda el año del 'gatillazo'. Y sí, utilizo metáfora sexual porque lo peor es evidente que cayó de lado masculino. Merecidamente.

Un artículo de Jorge Segura (@jseguraclara)



     El varón español es chuleta por defecto. Presumimos de lo que no tenemos y cuando lo alcanzamos, no tardamos en perderlo por seguir alardeando en vez de continuar con el trabajo. Siempre bailamos en la inconsciencia de creer hacerlo bien todo y en todo. Por seguir con la alegoría anterior, celebramos llegar antes de tiempo y con premura a donde nos reclaman llegar tarde y sin prisa. Así nos lució el pelo también deportivamente en estos doce meses.

     Al fútbol español le costó una vida ganar un Mundial y alcanzar la condición de favorito a cualquier cosa tras sumar dos Eurocopas consecutivas. Todo lo tiramos por la borda en pocos días, los que pasaron entre la venganza holandesa y la sorpresa chilena. A casa a las primeras de cambio, con el rabo entre las piernas... y el orgullo en los pies.

     Claro que aquello fue en ultramar. Lo de la canasta nos cogió en pleno salón de casa. Como en fútbol estuvimos medio año hablando de la final contra Brasil, en baloncesto nos pusimos a hacer lo mismo con la de Estados Unidos. Aquí, al menos, mantuvieron el tipo en la primera fase. Paliza aquí, paliza allá, lo que nos faltaba para creer en la imbatibilidad de los chicos de oro. Hasta que Francia nos volvió a invadir con los Cien Mil Hijos de San Luis, en pleno siglo XXI. Eso sí, en este caso no hubo que gastar en viaje de regreso.
     El año varonil fue tan malo que hasta terminó fallando nuestro macho cabrío. Porque Nadal volvió a ganar Roland Garros como quien se toma un café, pero el cuerpo le frenó en seco y acabó por ver el resto de la temporada prácticamente desde casa. 
     Lo de Fernando Alonso no podía ir mejor. Si a la altanería española le sumas la arrogancia del italiano... el castañazo ha vuelto a ser importante.

     El maquillaje lo pusieron los niños. Esa bendición motera inagotable. Quizás por la ignorancia de la juventud, por el hambre del que aún lo tiene todo por delante o la insolencia del héroe. Aquí no hubo fracasos. De Márquez a Márquez, pasando por Rabat. Triplete tras triplete, que aquí si los hubo.

     Y mientras nos perdíamos en lamer las heridas y preguntarnos el por qué de tanta desgracia, olvidamos que el deporte ni empieza ni acaba en los hombres. Porque, al igual que en la vida, ellas no fallaron. Es más, 2014 fue otro año de crecimiento, de éxtasis femenino, de orgasmo para ellas, por qué no decirlo.

     Por primera vez en nuestra historia las futboleras abrieron la puerta al Mundial, ese que jugarán sin ataduras en 2015 en Canadá. Vero Boquete y compañía aseguran competitividad y compromiso. Por si fuera poco, completaron el año las chicas de la sub 17 con el subcampeonato Mundial en Costa Rica y las de la sub 19 con el de Europa en Noruega.

     Hasta Turquía, donde naufragó la absoluta masculina hace unos años, llegaron las chicas con el balón naranja y a por todas. Y a punto estuvieron de conquistar Constantinopla. Porque aquí sí jugaron la final contra USA y sólo las norteamericanas fueron capaces de evitar el título.

     Para el final nos dejaron otro brillante campeonato las 'Guerreras'. Es curioso que cuando menos ha apostado este país por respaldar el balonmano femenino es cuando la selección ha dado su mejor rendimiento. A los éxitos en años precedentes, sumaron uno más en el europeo de Croacia y Hungría.

     Los meses pasan tan rápido que casi se te olvida que las waterpolistas fueron campeonas de Europa, que Carolina Marín abrió una puerta desconocida convirtiéndose en el mismo año en campeona de Europa y del Mundo de bádminton o que Mireia Belmonte ganó 10 medallas internacionales y batió 3 récords del mundo de natación en pocos días... ¡siendo alérgica al cloro! 

     En fin, que se acaba el año, uno deportivamente maravilloso que casi todos obviamos porque (como habitualmente) continuamos con nuestro machismo. Entendiendo que los hombres mandan en algo sin entender que hace tiempo que aquí también mandan ellas. 

     Feliz 2015. 


Escribe para 'El Chut': Jorge Segura (@jseguraclara)

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14 diciembre 2014

Y usted, ¿qué Barça desea?

--> Digamos que es usted aficionado o simpatizante del Barça, o que simplemente le da cierta pena el proceso de degradación del mejor equipo de fútbol que jamás hayan visto sus ojos. Imaginemos que lo citan en un despacho del Camp Nou para recabar su opinión. Al otro lado de la mesa lo esperan el director deportivo, el entrenador y el presidente. Zubizarreta, Luis Enrique y Bartomeu andan perdidos, y han decidido poner en marcha un mecanismo de emergencia, una tormenta de ideas entre futboleros rasos para tratar de dar con la raíz del problema.

Un artículo de Sergio M. Gutiérrez.

Andoni Zubizarreta, director deportivo del F.C. Barcelona.

     Porque existe un problema, una especie de trastorno de la personalidad que no cesa de agravarse y que puede degenerar en pura bipolaridad. En la perversión onírica de este artículo, los dignatarios del club dan el primer paso para su tratamiento. Solicitan ayuda y plantean la cuestión central sin tapujos: hemos vendido que queríamos un Barça como el de Guardiola, que nada había cambiado y nada debía cambiar, que la filosofía es intocable, que esto es el Barça, que somos más que un club, que aquí se hacen buenos fichajes y que si no se puede no pasa nada, pues se cuenta con los de casa. Hemos vendido esa milonga mientras hacíamos todo lo contrario.

     El diagnóstico está claro para cualquiera que conozca cómo ha trabajado el Barça en los últimos veranos. Se han perseguido fichajes que nunca han prosperado, con las excepciones de (¿los imprescindibles?) Neymar y Luis Suárez, y se han acabado incorporando segundos o terceros platos: Mathieu es el sucedáneo de un Thiago Silva inalcanzable; Rakitic, el de un Koke con mucho apego por lo cercano; Claudio Bravo es lo más parecido a Víctor Valdés que dejaba el mercado; y de Douglas y Vermaelen mejor ni siquiera hablamos.

     Con los técnicos ha venido sucediendo poco más o menos lo mismo: Tito sustituyó a Pep a toda prisa porque Rosell necesitaba urgentemente un mensaje de continuidad; Tata ocupó el lugar de Tito a modo de interino permanente, y actuó desde el primer día como el forastero que no desea importunar; por último, Luis Enrique ha entrado en el club con personalidad, repitiendo a diestro y siniestro que conoce la casa y que hombre, por favor, qué le van a contar a él que no sepa ya. Luis Enrique ha llegado gritando que no piensa cambiar (porque hablar de cambio es una blasfemia, faltaría más), pero está cambiando el fútbol del Barça de modo radical, y se empieza a parecer a ese hombre empapado que no abre el paraguas porque ha asegurado que el chirimiri no iría a más.
     Hay dos tipos de aficionados del Barça: los nostálgicos guardiolistas y los que consideran aquel modelo en mayor o menor medida acabado. 
     Los primeros han condenado la regresión institucional paso a paso, sin dejarse ilusionar por éxitos achacables a la inercia ganadora heredada del pasado, sin dejarse embaucar por aciertos efímeros o por los destellos de un Messi sobrehumano. Han criticado la pésima gestión del talento formado en la cantera y la destrucción medida de la obra de Pep. Se han comportado como agoreros porque sabían que el tiempo les daría la razón. Y el tiempo, en efecto, se la está dando.

     Los miembros del segundo grupo son más variados. Les suele unir un mayor apego al día a día, una cierta necesidad de estímulos renovados, un hastío por lo cotidiano. Se dejan llevar por lo que ven sus ojos sobre el campo, y así diagnostican y dan por curados problemas según los resultados. Muchos de ellos proclamaron durante un lustro que el modelo del falso nueve estaba agotado, que Messi debía volver a la banda para surtir de balones a un delantero rematador, aquel nueve fijo durante tanto tiempo añorado. Algunos proclamaron que el problema era físico, que Xavi estaba acabado y que Iniesta nunca había trabajado. Pidieron un mediocentro destructor, o un doble pivote transgresor. Exigieron un fútbol más directo en cuanto las primeras virguerías de Neymar les entusiasmaron. Y aseguraron que Luis Suárez no podía jugar en banda, que Luis Suárez era un nueve y que los nueves están para jugar en el área.

     Y usted, ¿qué Barça desea? Se lo pregunta el mismísimo Luis Enrique. Se lo preguntan Bartomeu y Zubizarreta.

     Piense que es posible que todos los problemas del Barça se reduzcan a ese debate identitario. Quizá el equipo sólo necesite poner fin al tabú del estilo, plantar un doble pivote, alinear un centro del campo físico y pegar pelotazos para los tres de arriba, que sin duda son buenísimos. Quizá merezca la pena una tormenta de ideas, un referéndum, una consulta sobre lo que el club debe ser. Pero quizá, de celebrarse, ganarían los fieles al guardiolismo: el estilo sobre la victoria, ante todo un modelo, una ética de trabajo. Y entonces nada de lo hecho en los últimos años (fichajes incluidos) tendría el más mínimo sentido.


Escribe para 'El Chut': Sergio M. Gutiérrez (@sergiomguti)

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08 diciembre 2014

El discurso de Nuno

--> Muchas personas que viven a diario el entorno futbolístico aseguran que a los entrenadores se les conoce en los malos momentos, sobre todo a través del talante que muestran en sus comparecencias públicas, las ruedas de Prensa fundamentalmente. Puede que sea así, pero no creo que haya que esperar a las derrotas para vislumbrar la personalidad de un técnico.

Un artículo de Jorge Segura (@jseguraclara) para El Chut.

Nuno Espirito Santo, técnico del Valencia CF.

     Nuno Espírito Santo entró en el Valencia como un guante. Aunque aterrizó con escaso currículum y sólo bajo el paraguas del (ya) dueño Peter Lim, su trabajo y los resultados le colocaron en una posición preferente del escaparate. Su equipo jugaba bien y ganaba. Divertía y se divertía. El portugués pareció entender desde un momento lo que necesitaba futbolísticamente la institución y, aún más, lo que echaba en falta en el discurso de un entrenador desde la atalaya mediática. "Apoyo... unión... fuerza... que nos reciban... que nos esperen... les necesitamos...", gestos de celebración en pleno césped de cada partido en Mestalla y capacidad de respuesta como bloque ante cualquier rival, incluso frente al reciente campeón de Liga.

     Los aficionados y los medios vivían subidos al barco y enrolados en su tripulación desde la primera jornada, yo mismo lo hice en un artículo aquí publicado el pasado 27 de septiembre. Seguramente la mayoría le sigue respaldando. Es justo. Pese a perder con el Barcelona, la imagen ofrecida fue más que buena y sólo en el último suspiro se le escapó un merecido empate. Capaz de mantener el tipo con los grandes, su conjunto se ha dejado el liderato en la carrera por la Champions con derrotas injustificables como la de Riazor o empates pírricos como el último en Granada.

     El Valencia de Nuno hace honor a sus colores más que nunca. Blanco casi inmaculado en casa, donde suma 16 puntos y sólo ha cedido una derrota y un empate. Negro zaino como visitante con sólo dos victorias y un total de 9 puntos, lo que le convierten en el peor equipo de los siete primeros clasificados en la Liga. Además, aunque consiguió voltear el partido de ida copero en Vallecas, su imagen fue lamentable. Un equipo de dos caras. 
     Lo curioso, quizás lo más criticable, es que el rostro y el discurso que da el entrenador es siempre el mismo, sea donde sea, y aquí viene el primero de los errores achacables al técnico.
     Tras unas primeras semanas de desconcierto y titubeo, el portugués aterrizó en Mestalla con el viento a favor. Euforia en buena parte de la masa valencianista con el proyecto del nuevo dueño, el lavado de cara y pintura del estadio, la nueva tienda en el centro de la ciudad, los fichajes de futbolistas jóvenes, prometedores y comprometidos.... todo ha ido funcionando, hasta que los resultados le han llevado a una zona de calma chicha. No hay viento que arrastre al equipo y algunos de los encargados de remar en estas situaciones parecen cansados. Pese a ello, Nuno se empeña en afirmar que su equipo juega bien y merece las victorias. Lo dejó entrever en Vallecas y lo dijo en Granada. Se equivocó.
     Si algo debe saber Espírito Santo es que el aficionado blanquinegro sabe y exige de fútbol. No le valen medias verdades y menos aún mentiras. Ahí también erró hace unos días, cuando aseguró que Barragán y Cancelo eran mejores jugadores que Joao Pereira y que por eso su compatriota nunca más jugaría en el Valencia. Mintió. Tanto que él mismo rectificó (o matizó) sólo unos días después al afirmar que los prefería porque eran mejores para su estilo de juego. Una manera de intentar salir de un charco en el que él solo ya se había metido. Porque el hincha valencianista ha visto jugar a los tres (a Cancelo poco, eso sí) y sabe que Pereira es el mejor, así que la explicación no convence.
     Personalmente creo comprender a Nuno, aunque se equivoque. Anda atado de pies y manos en ciertas decisiones, por buen entrenador que sea. Pereira es uno de los casos. En verano quisieron traspasarle para hacer hueco a otro lateral. La operación no cuajó, Joao ya había decidido dejar a su agente Jorge Mendes y ahí acabó la historia. Después de eso, es imposible que volviera jugar con él en el banquillo. Se lo debe a Mendes. Como le debe a Peter Lim haber llegado hasta aquí sin merecerlo. Cómo si no se puede entender el empecinamiento en hacer jugar a Rodrigo las últimas semanas. Su rendimiento es más que deficiente, al contrario de lo que ha demostrado De Paul en los minutos que ha jugado. Aun así, en Los Cármenes volvió a jugar el internacional español. 

     La otra papeleta que debe solventar también afecta a la delantera. A día de hoy, puede que Negredo sea un jugador más completo, pero Paco Alcácer es mejor delantero. El desequilibrio a la hora de elegir es evidente: uno le costará al Valencia 30 millones de euros, el otro ha salido gratis. Pero el caso es que viendo los pocos minutos que compartieron en Granada, parece que la opción de verlos jugar juntos (y bien) no es utópica. Quizás sea esa la solución.

     Complicado moverse para el entrenador en estas aguas y ahora que los resultados fallan. Queda un mundo, es cierto. Sólo llevamos 14 jornadas de campeonato pero el Valencia ha pasado en pocas de estar a un punto del líder, a ser quinto a cuatro de distancia de la zona que da opción a jugar Liga de Campeones. Demasiada renta perdida. Mientras todo eso ha pasado, el discurso de Nuno no ha cambiado. Difícil de entender.


Escribe para 'El Chut': Jorge Segura (@jseguraclara)

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01 diciembre 2014

Todos somos culpables

--> La muerte de Francisco Romero, el seguidor radical del Deportivo de la Coruña, en una reyerta organizada entre iguales de su equipo, del Atlético de Madrid, Rayo Vallecano y Alcorcón no es la primera que inmiscuye al fútbol español, desgraciadamente puede que tampoco sea la última. Al fallecido le conocían como 'Jimmy'. Los que le acompañaban en la barbarie (en un bando u otro) operan bajo los pseudónimos de 'Riazor Blues', 'Frente Atlético', 'Bukaneros' y 'Alkor Hooligan'. Da igual la denominación o el supuesto color ideológico, son cerebros rapados en la mayoría de casos.

Un artículo de Jorge Segura (@jseguraclara).

El río Manzanares y el estado Vicente Calderón. Foto: El coleccionista de imágenes.

     Algunos de los personajes que viven del mundo del fútbol o merodean en el entorno, se han apresurado a intentar despojar de culpabilidad al deporte rey. Son patéticos tergiversadores de la realidad, mentirosos interesados o enfermizos y, sobre todo, inconscientes. Tanto me da si son dirigentes, jugadores, entrenadores, periodistas o meros aficionados. Claro que el fútbol es culpable, el principal de hecho, porque alberga, acoge e incluso protege en muchos casos a estos grupos de cobardes, violentos y en algunos casos asesinos.

     Durante décadas, los directivos han facilitado entradas a coste cero a estos grupos de desalmados. Más allá, en innumerables casos, les han puesto un cuartillo en el estadio propio para que guardaran parte de su material de uso. Pancartas, banderas anticonstitucionales, armas de batalla o cualquier otro enser que necesitaran los violentos. Patético. Más allá de esa protección institucional, han sido capaces de fomentar su existencia por acción u omisión. Capaces de facilitar reuniones entre los líderes de estos reductos de majaderos y los jugadores, además de ser incapaces de censurar públicamente sus actuaciones, más bien lo contrario.

      Los jugadores tampoco están al margen, especialmente los más representativos. Uno se harta de ver celebraciones en las que los futbolistas se dirigen al rincón, curva o fondo del estadio donde se encuentran estos ultras para, incluso, abrazarse a ellos en el éxtasis del gol. Lamentable. Capaces de ir hacia ellos al terminar un partido para agradecer no se sabe bien qué, regalarles las camisetas, lanzarles un aplauso... Escandaloso. Por no hablar de aquellos que acceden a hablar cuando reciben una de las amenazantes visitas a sus lugares de entrenamiento. Yo he presenciado varias en la ciudad deportiva de Paterna, tal cual la han sufrido en otros clubes, la más llamativa la que llevó a un grupo de encapuchados a suspender un entrenamiento del Atlético de Madrid no hace tanto tiempo.
     Al único entrenador que recuerdo plantarse por completo ante estos salvajes fue a Guus Hiddink. Siendo técnico del Valencia se negó a que su equipo comenzara un partido en Mestalla hasta que no retiraran una bandera con una esvástica. La mayoría, tal y como sucedió con el Cholo el domingo, no pone el énfasis y la contundencia necesaria en la condena. “Que si el fútbol no es el culpable, que si es sólo un problema cultural y educacional...”, milongas.
     Los periodistas, mi gremio, mis colegas. Frente a los que condenan constantemente los gritos, los cánticos violentos, cualquiera de las actuaciones antes referidas, aparecen unos cuantos que son capaces de fotografiarse con estos ultras y alabarles en los medios donde trabajan por su capacidad de animar un estadio o de cualquier otra barbaridad por el estilo. Quizás por ser mi mundo en estos últimos 20 años, es lo que me resulta más asqueroso.

     Tampoco muchos de los aficionados que se dispersan por el resto de la gradería de un estadio quedan libres de culpabilidad. Muchos se animan a cantar lo que estos bárbaros les proponen desde una esquina y otros cierran los ojos ante peleas o reyertas como las de este fin de semana junto al Manzanares. Aun así, de todos los responsables futbolísticos, me parecen los menos. Entiendo el miedo ante las intimidaciones y amenazas de los radicales. Miedo que no exime de actuación al resto de actores implicados, incluida la Prensa.

     Por último, los políticos. Aquí incluyo a los dirigentes de los órganos deportivos del estado, las comunidades autónomas, los ayuntamientos y las organizaciones futbolísticas. Siempre sobrepasados, siempre tenues en la condena, siempre tardíos en las medidas, siempre mal. Incapaces durante años de pedir una reforma legislativa que condene con más dureza estos actos, lleguen o no al asesinato. ¿A qué tenéis miedo? ¿O es sólo incompetencia? Sí, claro que el fútbol es culpable. El principal culpable. Pero no el juego en sí sino todas las personas que forman o toman parte en su disputa. TODAS.


Escribe para 'El Chut': Jorge Segura (@jseguraclara)

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26 noviembre 2014

Leo, Messi, él mismo y sus circunstancias

--> ¿Por qué juega bien Messi el día que juega excelsamente bien? ¿De qué depende que le salga un partido magnífico o uno apenas bueno? ¿De dónde le vienen la inspiración y la efectividad, por qué no las encuentra a veces? A grandes rasgos, existen dos teorías al respecto: unos sostienen que Leo es siempre el mismo, que todo depende de la disposición de las piezas sobre el césped y de los espacios que éstas fabriquen para él; otros esgrimen el argumento psicológico, el que habla de la frágil genialidad de un superdotado capaz de hacer virguerías cuando se divierte, genio amodorrado con facilidad si el hastío o la inquietud se apoderan de él. 

Un artículo de Sergio M. Gutiérrez.

Foto: Nacho.
     Ambos argumentos creen encontrar refuerzo empírico cada pocos días. Si Messi marca menos goles que de costumbre, si el equipo se atasca y su líder no halla soluciones, proliferan las informaciones acerca de la infelicidad reciente del argentino en Barcelona, de sus líos con Hacienda, del maltrato de una junta directiva de dudosa honorabilidad, de su intención de abandonar el Barça quizá ya el próximo verano; serán menos en este caso quienes crean ver en el sistema de juego de Luis Enrique las razones de tanto desatino, Messi enjaulado, recibiendo la pelota demasiado retrasado, alejado del área, obligado a hacer a diario la de Maradona contra Inglaterra, pase del Negro Enrique incluido.

     Si por el contrario Messi logra dos tripletes consecutivos, si supera con ellos sendas plusmarcas históricas y encabeza la reacción colectiva de sus compañeros tras el peor tramo de la temporada, se multiplican las alabanzas al genio sin par del mejor futbolista de la historia. Los agoreros de la semana anterior esconden los sellos lacrados y afirman sin rubor que Leo de repente es feliz y que eso se le nota, o si acaso que está enrabietado después de tragar tanta porquería mediática. Concluyen que marca goles como quiere y cuando quiere, que vaya manera la suya de presionar en banda, incluso en el propio córner, que antes no corría así y que algo ha cambiado en su cabeza. Y lo presentan casi como un superhéroe caprichoso que sólo salvará a la humanidad si la humanidad le promete una piruleta.
     Serán menos, en este segundo supuesto, los que expliquen que su técnico ha retocado las interacciones de los tres delanteros, que ahora trabajan todos por dentro y por fuera, que los medios se han juntado, que el equipo es más compacto, que de algún modo el Barça vuelve a jugar con extremos y que eso produce espacios para que Leo resuelva. Serán pocos también los que reparen en la escasa oposición de los dos últimos rivales, el decepcionante Sevilla de Emery y el débil Apoel.
     Los defensores de la línea mentalista proclaman que las casualidades no existen. Messi ha hecho tres goles cada vez que ha llegado la hora de superar un récord: los marcó para adelantar a César y convertirse en el máximo realizador culé, repitió para batir a Di Stéfano como máximo anotador del Clásico, los hizo para mejorar la cifra de Zarra en Liga y sumó también tres el día en que dejó atrás los 71 tantos de Raúl en Copa de Europa. Demasiada coincidencia. Demasiada autorregulación en los datos de kilómetros recorridos por partido. Demasiado desinterés según el rival. Algo ha de haber en esa cabeza que se activa sólo cuando le viene en gana.

     Los pulcros abanderados de la línea tacticista, sin embargo, hablarán de la constancia sin par de Messi, de su cifra de asistencias, de su probada generosidad con Neymar. Recordarán los años de gloria con Guardiola, renegarán del regreso de Leo a la banda, pronunciarán con solemnidad la expresión "juego posicional" y se mostrarán insatisfechos con el trabajo técnico del Tata Martino y con la propuesta inicial de Luis Enrique.

     Ambas escuelas son dueñas de la razón, ambas limitadas y con riesgos. Si creemos que el crack juega cuando quiere, si reducimos su rendimiento a una cuestión psicológica, eliminaremos de la ecuación la principal obligación de un entrenador del Barça: generar contextos adecuados para Messi, acabar con la complacencia del compañero que le da la pelota y se detiene a mirar. Si creemos, por el contrario, que Leo no puede hacerlo todo, si reducimos su rendimiento a una cuestión táctica, eliminaremos de la ecuación la principal obligación de todo empleado del Barça (desde el presidente al último barrendero): hacer feliz a Leo.


Escribe para 'El Chut': Sergio M. Gutiérrez (@sergiomguti)

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20 noviembre 2014

El fútbol y el Día del niño

--> 20 de noviembre. Hoy es el día del niño. Hace unos años, mezcla de intensidad laboral y de tiempo libre, habría sabido de la efeméride mucho antes. Esta mañana me lo ha recordado algún tuit, especialmente aquellos de las cuentas de Save the Children y Unicef. No es insensibilidad, es cuestión de realidad. Desde el 29 de enero de 2009, para mí cada uno de los días del año, con todo lo que ello conlleva, pasaron a ser el del niño. Aquella noche nació mi hijo Álvaro y todo cambió.

Un artículo de Jorge Segura.

Foto: Hammer_Fotos.

     A partir de su llegada haces todo lo que jamás pensaste y viceversa. Desde lo básico a lo complejo. La paternidad es lo único para lo que no te preparan. No me extraña. Es imposible. Lo siento por los gurús de los cada vez más numerosos libros sobre cómo educar y comportarte como progenitor. Casi seis años después, y con Javier también ya entre nosotros desde hace dos, tengo la experiencia suficiente para reírme y hacer alguna pedorreta respecto a esas ‘biblias’. Sí, yo dije que nunca metería al niño en mi cama si lloraba constantemente… pues lo hice. Sí, yo afirmé que jamás correría detrás de él en el parque, bocadillo en mano, obligándole a merendar… también lo hice (hago). Sí, yo juré y perjuré que jamás le daría un azote (pequeño) en el culo cuando se portara mal… y también lo hice… y me dolió, claro. Porque no hay nada que te duela más desde su nacimiento que verlo llorar, incluso si lo merece por desobediente.
     Por lo que has vivido como hijo en tu etapa de niño, adolescente o adulto, hay escasas promesas de las que te haces antes de convertirte en padre que luego realmente llegues a cumplir. Es como ese reiterativo propósito de Nochevieja que siempre se desvanece en la mañana de año nuevo. Sin embargo, hay uno que me empeño en mantener firme.
     Unos minutos antes de que Álvaro naciera, mientras mi mujer sufría las primeras contracciones fuertes en la sala de dilatación, escuché un quejido de lamento unos metros más allá. No, no era otra chica esperando alumbrar, era el anestesista, contrariado y cabreado porque el Sevilla había marcado el 2-1. Acababa de eliminar al Valencia de la Copa del Rey. Normalmente, yo debía haber comentado ese partido, hasta que mi hijo decidió adelantarse casi dos meses a su tiempo. Me sorprendió lo indiferente que me quedé ante el hecho deportivo. Durante 10 años, el 80 por ciento de mi tiempo de cada jornada y durante más de 300 al año, dependían de eso. De los goles, de las paradas, las canastas, los fallos, las lesiones, las declaraciones… y en ese momento, me importaba un pepino.

     La cosa ha ido más allá desde entonces. Cualquier cosa referente a Álvaro o Javier tiene preferencia. Incluso estando en el paro, el tiempo que otros compañeros en la misma situación lo vuelcan a formarse, yo prefiero dedicarlo a estar con mis hijos. Entiendo a quien pueda pensar que es una incongruencia. Aún más si conocen que insisto y favorezco que Álvaro no juegue al fútbol. No quiero.

     Aunque realmente no es del todo así. A mi me encanta verle jugar con sus amigos en el parque. Si es que pueden. Porque ahora ya ni en los parques les dejan jugar a la pelota. En la mayoría te topas un cartel de prohibido. No te cuento ya en las plazas, glorietas, calles… Difícil lo tienen hasta en los patios del colegio, donde ya se ha perdido aquella costumbre de jugar seis partidos a la vez, con niños corriendo de un lado a otro, entremezclados, pero perfectamente conocedores de dónde estaba su portería y la del rival entre tanta maraña de equipos y balones… Todo eso casi ha desaparecido. Ahora si quieres jugar al fútbol debes apuntarlo a una escuela o club, ¡¡¡con 4 años!!!

     En realidad, y más allá de cómo se eduque futbolísticamente a los niños ahora, a mi me encantaría que ninguno de mis hijos fuera profesional de cualquier deporte. Tras años viviéndolo desde dentro y observando el desgaste físico y, principalmente, psicológico al que terminan sometidos los deportistas (mi respeto a casi todos), es mi principal conclusión. Sé que muchos de ellos no estarán de acuerdo. Aún más, sé que la mayoría de padres tampoco. Pero más allá del envoltorio que ven a diario en cualquier estadio, pabellón, carretera, medio de comunicación… invitaría a cualquiera a ver lo que realmente hay y esconde cada competición de cada fin de semana. Más allá del dinero, que ganan muy pocos por cierto, la fama o los privilegios.

     No es que el fútbol sea especialmente terrible en ese sentido. Es simplemente el deporte que más se practica en este país. Hay más gente y, por lo tanto, hay más de todo. Bueno y, claro, malo. No hay más que acercarse un fin de semana a cualquier competición de chavales para comprobarlo. La agresividad verbal, que a veces se convierte en violencia y en unos cuantos casos llega a la física, resulta asquerosa. Y, desgraciadamente, eso se traslada con otros muchos aspectos más peligrosos conforme se avanza en las edades y las competiciones oficiales. Incluyendo amaños, desfalcos fiscales y otras tantas vergüenzas ya en el ámbito profesional. Incluidos los espectáculos mediáticos, especialmente televisivos, de algunos en los últimos años. Prima el insulto y la mentira. Y no, yo no quiero eso para mis hijos.

     Me encanta que hagan deporte como yo lo hice (y lo hago). Practiqué fútbol, judo, tenis y baloncesto (incluso tenis de mesa) de forma bastante seria e intensa. Comprometida incluso hasta pasada la adolescencia. Me encantan los valores de compañerismo, esfuerzo, pasión… que te transmite cualquiera de ellos. Hasta una edad. Porque, curiosamente, hasta una edad las normas de las competiciones protegen a los niños. Seas mejor o peor, has de jugar, lo dice el reglamento. Pero incluso siendo aún muy niños, llega un momento donde las normas desaparecen. Ya sólo juegas si eres bueno. Si no, no juegas. Qué duro debe ser esto para un niño, verdad.

     Sé que hay muchas de las personas implicadas ahora en esas escuelas y clubes que piensan igual e intentan cambiar las cosas, mejorarlas. El C. A. Amistat de Valencia de mi amigo Fermín Rodríguez es un excelente ejemplo. Pero, desgraciadamente, y por lo que veo sigue siendo una minoría. Además, y con todo el respeto, los referentes a los que puedes acudir para poner ejemplos a tus hijos de entre los profesionales, siguen cayéndose por su propio peso. Entre ver y escuchar a Rafa Nadal y Pau Gasol o a Cristiano Ronaldo y Leo Messi, discúlpenme los futboleros pero no tengo dudas.

     Creo en el fútbol como juego, divertimento y deporte. El que enseña valores de comportamiento en grupo y compañerismo, que supone una esperanza para muchos niños que no tienen nada… pero me apena que todo eso acabe tan pronto, que lo desvirtuemos y que lo corrompan quienes lo gestionan y manejan como un negocio desde demasiado pronto. Y aquí lo dejo, me marcho al parque a jugar al fútbol con Javier y Álvaro, antes de que algún iluminado decida poner un cartel de ‘prohibido jugar con la pelota’.


Escribe para 'El Chut': Jorge Segura (@jseguraclara)

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24 octubre 2014

Mendilibar apagó la luz

--> Hay una teoría en los deportes de conjunto que es sencilla de comprobar y que, prácticamente, es cierta en la mayoría de casos. El enunciado de la misma sería más o menos el siguiente: "Construir un buen equipo lleva muchos años. Destruirlo puede ser cuestión de días". Si lo piensan y son aficionados, serán capaces de encontrar un buen puñado de ejemplos, más o menos cercanos, en cualquier categoría y modalidad, relevantes, insignificantes... Por mi parte, sólo en el ámbito profesional más próximo, he visto descomponerse al magnífico Valencia de inicios de este siglo, al Villarreal de la misma época y, ahora, daba toda la sensación de estar asistiendo al declive del mejor Levante de la historia.

Un artículo de Jorge Segura.

José Luis Mendilibar, exentrenador del Levante.

     El balance numérico del equipo granota en las ocho primeras jornadas del actual campeonato es clarificador, más aún comparado con el de las temporadas anteriores. Tras la derrota frente al Real Madrid del pasado sábado, el Levante es penúltimo con 5 puntos, sólo ha ganado un partido y lleva 4 goles a favor por 20 en contra. 
     Los números de los encuentros en su estadio son aún peores: 0 puntos, 0 goles en su haber y 14 encajados, aunque quizás aquí haya que reconocerle la dificultad del inicio al haber recibido al campeón de Europa, el Barça y el Villarreal
     Claro que no sólo de números conviene hablar en estos casos y, la campaña anterior sin ir más lejos, los blaugrana empataron con el equipo barcelonista y a sólo dos minutos del final ganaban a los blancos, que acabaron imponiéndose en la prolongación. Sensaciones muy diferentes a las actuales.

     Volviendo a las 'frías' estadísticas, en el ejercicio 2013-14, los levantinistas eran novenos en la clasificación liguera con 10 puntos. En la 2012-13, séptimos con 13, y en la 2011-12, lo máximo, líderes con 20 puntos. Es cierto que aquel histórico día tras ganar 0-3 en El Madrigal, la plantilla tenía poco que ver con la actual, pero no ocurre lo mismo si el precedente con el que comparamos es el más reciente. De hecho, teóricamente este equipo está mejorado respecto al anterior. Es evidente que su mejor jugador ya no está y no es un cualquiera. La ausencia de Keylor Navas no era fácil de cubrir, pero incluso en esa posición, Manolo Salvador adquirió dos porteros jóvenes pero de garantías, que no mejoran al costarricense pero que no me parece hayan sido los culpables del mal inicio de los blaugranas. Por lo demás, el mismo bloque, las mismas cualidades y los mismos defectos.

     Está claro entonces que ha fallado el entrenador. No es que Mendilibar sea un mal técnico, todo lo contrario. Es más, personalmente valoro su propuesta de juego mucho más que la de su predecesor Caparrós, muy defensivo para mi gusto. Pero la realidad es que hay equipos construidos para desarrollar un estilo y si intentas cambiar, se desmoronan. Es tan sencillo como encender o apagar la luz con sólo tocar el interruptor. Y creo que el técnico de Zaldívar se confundió al accionarlo. Buscó cosas para las que los futbolistas no estaban preparados o no le entendieron y así dejaron de creer en lo que hacían y, de paso, olvidaron lo que hacían bien en temporadas anteriores. Las lesiones y los golpes de mala fortuna hicieron el resto.

     Puede que para muchos el cambio de entrenador y la contratación de Lucas Alcaraz haya sido precipitada. Sinceramente pienso que tanto los números como las sensaciones dan la razón a la medida. A partir de hoy veremos si el preparador granadino es capaz de volver a enchufar a sus jugadores, de encender el interruptor.


Escribe para 'El Chut': Jorge Segura (@jseguraclara)

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13 octubre 2014

La valentía según Luis Enrique

--> Cuenta un 'luisenriquista' muy conocido que la mayor virtud de Lucho es su temeridad. Y dice temeridad y no valentía porque la valentía es una cualidad a medias, discutible como tal en términos estrictos: valiente será el que pueda permitírselo, temerario sólo el loco o el que apenas tenga nada que perder. Si analizamos los proyectos futbolísticos triunfadores en los últimos tiempos (la España de Luis Aragonés, el Barça de Guardiola, la Alemania de Löw), concluiremos con rapidez que sus cimientos estaban hechos de un material altamente inflamable: una apuesta desesperada y a contracorriente, una audacia que al principio fue simple ingenuidad, un cambio radical de rumbo por el que pocos daban dos duros antes de empezar a funcionar.

Un artículo de Sergio M. Gutiérrez.

Thomas Vermaelen, calentando antes de un partido con el Arsenal. Foto: joshjdss.

     Luis Enrique es, en efecto, un tipo temerario. Se diría que toma decisiones extremadamente negligentes por pura inercia, porque es lo que toca y porque el Barça de hoy no está para detenerse a reflexionar: el gasto en un central magnífico pero en declive como Vermaelen, el respaldo público al muy discutible fichaje de Douglas, la fe ciega en las virtudes de Mathieu (ciega, si obvia sus defectos), la insistencia en un sistema táctico muy específico, la afirmación rotunda de que no lo cambiará.

     En fútbol se habla con demasiada frecuencia en términos absolutos: este jugador es mejor que aquel, con tal esquema cómo se puede ir a ningún sitio, no es normal que nunca juegue Fulanito, cualquier suplente de esa plantilla lo haría mejor que Menganito. El carácter lúdico del deporte abona los discursos más estrafalarios. Se intenta reducir la impresivibilidad del juego a variables matemáticas, cuando la experiencia afirma que en el césped dos más dos nunca sumaron cuatro.

     Se trata de hacer el mejor equipo, no de reunir a los mejores jugadores.
     El eje de la línea defensiva azulgrana (adelantado, agresivo en la búsqueda de la recuperación, desguarnecido en exceso por sus laterales) refleja como ninguna otra realidad ese carácter temerario que está en la base del nuevo proyecto culé. Recordemos (con ánimo peyorativo, sí) quiénes eran hace sólo unos meses los cinco centrales de Luis Enrique:
- Jérémy Mathieu: defensa que nunca lo fue, corrector con altura y zancada, extremo larguirucho, lateral algo despistado, de costumbres laxas pero con formidables condiciones físicas.

- Javier Mascherano: mediocentro de jerarquía mundial, central parcheado que ya no debía volver a serlo, bajito y sin cuerpo para la refriega, extraordinario lejos de la portería, afligido con frecuencia cerca de ella.

- Gerard Piqué: imponentes cualidades, espíritu libre; algo acomodado, abandonado en la exigencia física, tendente a la falta de concentración.

- Marc Bartra: proyecto de figura mundial que no termina de cuajar, castigado por su presencia en derrotas dolorosas, algo escaso de masa muscular; todos dijeron confiar en él, nadie lo demostró.

- Thomas Vermaelen: el mejor central de Europa mientras el físico se lo permitió, degradado después como líder 'gunner' (y belga) en busca de un destino mejor; y aquel destino resultó ser el más importante de su carrera, y le llegó quizá en su peor momento.
     ¿Ofrecían fiabilidad antes del último verano? Al cien por cien, ninguno. Y sin embargo Luis Enrique ha construido con ellos, y casi se diría que a partir de ellos, un equipo aparentemente sólido, que encaja pocos goles y empuja a los compañeros con actitud positiva hacia la portería rival.
     Son cinco futbolistas en la cuerda floja, perdidos entre el pasado que no volverá y un futuro demasiado incierto, a medio camino entre la brillantez y la mediocridad. Quizá por ello resultaron ideales para el proyecto de Lucho: porque los centrales del Barça deben vivir al límite, porque se espera de ellos más capacidad de reacción que rigor posicional, porque carecen de colchón y sin él no podrán ser valientes, porque su virtud ha de ser antes la temeridad.

     Las numerosas rotaciones y la lentísima recuperación de Vermaelen nos impiden aventurar las jerarquías reales del cuerpo técnico en esa posición crítica. La estricta alternancia de las parejas Mascherano-Mathieu y Piqué-Bartra acabará pronto. Las dificultades de los primeros para defender cerca de su guardameta no otorgan mayor rango a los segundos. Pese a sus impecables actuaciones (también con la selección española), Marc Bartra sigue siendo el último de la fila.

     Ninguno de los cinco centrales del Barça es considerado a día de hoy un defensor de primer nivel europeo. Puestos en el mercado, difícilmente algún club pagaría 20 millones de euros por cualquiera de ellos. A Luis Enrique no le importa: él espera (lo espera honestamente, aunque de un modo desesperado, temerario sin duda) que en pocos meses lluevan las alabanzas, que esa idea extemporánea deje de antojarse una decisión de riesgo y pase a la historia como una genialidad estratégica de un entrenador sin par.

     Así se ha escrito la historia de los más grandes equipos en los últimos tiempos: la nueva apuesta culé había de ser negligente, perdedora a todas luces. Sólo de ese modo se podía generar el estado de ánimo colectivo que suele preceder al éxito absoluto.

     (O a un fracaso que llamarán previsible, de los que con el tiempo nadie se suele acordar).


Escribe para 'El Chut': Sergio M. Gutiérrez (@sergiomguti)

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12 octubre 2014

La decisión

--> Todos los días tomamos decisiones. Es inevitable. Prácticamente desde el primer momento, al despertar, cuando escoges poner primero un pie u otro en el suelo. La mayoría son nimias. Qué jersey, qué pantalones, qué color de calcetines, estos o aquellos zapatos. Algunas son tan intrascendentes que ni siquiera te das cuenta de estar dilucidando. Otras acaban por ser tan importantes que angustian y cuesta una vida decantarse. La realidad es que, más o menos fundamental, seguir un camino y no el otro marca el futuro más inmediato e inevitablemente también el lejano. Cualquiera entiende de qué hablo, supongo que Fernando Alonso camina ahora por esa delgada línea que separa el acierto del error.

Un artículo de Jorge Segura (@jseguraclara)


Fernando Alonso. Foto: PresidenBertho.

     Cuando escribes sobre personas con las que has tenido un mínimo contacto directo, siempre debes hablar de suposiciones. Cuando el individuo en cuestión está tan expuesto públicamente, al menos te permite poder valorar con cierta perspectiva real la consecuencia de sus elecciones. Más allá de las sensaciones personales de felicidad o tristeza, con el paso del tiempo, cualquiera se atrevería a valorar como erróneos los caminos que ha tomado Fernando desde que se convirtió en el bicampeón Mundial más joven de la historia de la Fórmula 1 en 2006. A mé esa conclusión siempre me parecerá equivocada.
     En 2007, con el pelo rapado y dos títulos en casa, Alonso se presentó en Valencia con McLaren. El mejor piloto decidió marcharse a la mejor escudería del momento, a una histórica donde había triunfado su ídolo Ayrton Senna. Pocos se fijaron, aquella noche de enero en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, en el joven inglés que sería su compañero esa temporada. A todos les pareció entonces maravillosa y muy acertada la resolución del asturiano. Lo que pasó meses después es muy conocido.
     Seguramente, la consiguiente medida a aquel tortuoso año estuvo más provocada por la necesidad de la persona de ser feliz, que la del profesional por seguir conquistando records. ¿Algo que objetar? Acaso nunca hemos tomado una decisión más por salud física y mental propia que por hacer lo laboralmente correcto. Fueron dos años largos en Renault, nada que ver con los anteriores. Pero quedaba por venir la opción más vertiginosa.

     Llegó 2010 y apareció Ferrari. Portadas de diarios, informativos y revistas. Reconocimiento Mundial a la llegada a la ‘SCUDERÍA’, dónde sólo pilotan los más grandes, los mitos. Decisión acertadísima, que comenzó con victoria en Bahrein. ¿Alquien dudaba? Ni siquiera un complicadísimo campeonato con un coche inferior al de Red Bull, hizo tambalear la confianza en que Fernando había escogido bien. Incluso después de perder el título en Abu Dhabi por un absurdo error de estrategia de los que estaban en el muro, no escuché a alguien aventurar que se había equivocado yendo a Maranello. Cuatro años más tarde, los ‘visionarios’ dicen que ya lo avisaron. Cuanta falsedad y mediocridad.

     La envidia de los que esperan y están convencidos de que volverá a equivocarse. La mayoría de ellos españoles. Qué típico. Qué tópico. Es evidente que Fernando Alonso no goza de las cualidades que tanto agradan aquí. No es un tipo campechano, simpático y dicharachero. Es sincero, directo y contundente. Eso en este país no gusta. Además, si quien así se comporta tiene éxito, la mayoría se sienta a esperar el fallo, para cebarse en la crítica y en la mofa. Una pena. Algunos siguen recordando a Carlos Sainz más por el “trata de arrancarlo” que por sus títulos Mundiales, a Olano por no vencer el Tour que por los éxitos que cosechó y así con tantos otros referentes del deporte... Por mi parte espero a que Alonso escoja y que esa decisión le vaya bien. Aunque muchos le seguirán esperando a la vuelta de la esquina. 


Escribe para 'El Chut': Jorge Segura (jseguraclara)

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06 octubre 2014

PAREJO, con mayúsculas

--> Las estadísticas reflejan casi 400 pases, poco más de 50 errados y únicamente 9 interceptados. Son los datos puros, los que hablan del brillante inicio de temporada que está realizando, pero no está en ellos el valor del triunfo personal de un futbolista que apareció en Valencia con todos los condicionantes para estrellarse. Porque Dani Parejo transitó en el primer año y medio de su estancia en Mestalla por la acequia que le llevaba directo al abismo. Desorientado, desconfiado, desacertado, desplazado. De Coslada a un infierno prácticamente. Entre 2011 y finales de 2012, jugó poco y mal, le cazaron en un control de alcoholemia y terminó siendo duramente criticado por la Prensa y prácticamente crucificado por los aficionados.

Un artículo de Jorge Segura (@jseguraclara).

Dani Parejo, jugador del Valencia CF.

     Aguantar la presión del entorno valencianista y de su grada en contra suele ser insoportable. A los 23 años, diría que impensable. Jugadores más experimentados y con más talento fueron incapaces de superarlo, así que era una quimera pensar en Parejo revirtiendo la situación. Dudo que él mismo siquiera lo creyera. Pese a los cinco años de contrato firmados, su marcha parecía la única salida y quedaba la sensación evidente de que otra prometedora carrera iba a despeñarse.

     Sin embargo, Dani encontró un inesperado asidero al que agarrarse. La aparición de Ernesto Valverde fue el necesario viento del norte que le despertó. El 'Txingurri' le dió la confianza que hasta el momento el mundo le había negado. No sólo le ofreció el mando del equipo en el campo, quizás lo más importante es que le tendió la mano amiga necesaria fuera del terreno de juego. Empezó a sentirse valorado y respetado por el entrenador y por los compañeros. A partir de ese momento, todo fluyó normalmente.

     El talento innato de los grandes futbolistas que tiene Parejo floreció partido a partido. Tras el asentamiento en el control del juego de ataque del equipo, vino la progresión para corregir sus defectos: las pérdidas de balón en zonas peligrosas de campo propio básicamente. Ahí ha trabajado e insistido, primero con Valverde, luego con Pizzi. Hasta que todo cuadró. Fue el 1 de febrero de este año en Barcelona
     El Valencia llegó como víctima segura al Camp Nou y salió de allí con un triunfo convincente, de prestigio, de los de antaño. Fue el encuentro casi perfecto de Parejo, arriba y abajo, porque el '21' (era su número entonces) apareció en todas partes, hasta en el gol, y frente al rival más difícil (25 victorias consecutivas en casa llevaba ese Barça). 
     Seguramente allí acabó de ganarse por derecho el número '10' que ahora luce con maestría en la espalda, tanto como el brazalete de capitán con sobriedad y liderazgo. Nada es casual, tampoco el cambio de número.

     Hoy, las apariciones estelares de André Gomes en la zona de ataque dan la sensación de quitarle protagonismo e importancia. Nada que ver. De hecho es su liderazgo en la zona central y el dominio de la circulación del balón, lo que liberan al portugués para llegar con soltura al área del rival, donde él también aparece con más asiduidad. Es un crecimiento en el entendimiento de juego constante lo que, con tan sólo 25 años, le convierten en una potencial estrella del fútbol mundial. Probablemente ya lo sea.

     De Parejo dijo Alfredo Di Stefano en su día que "es el mejor talento de 'La Fábrica' (cantera del Real Madrid)" y ahora que el histórico entrenador valencianista ya no está, Dani camina por la vida dándole la razón. "Cuando salgo al campo siempre me digo: 'No puedo dejar mal a Alfredo, con lo que ha sido en el fútbol'. Eso me sirve de apoyo en momentos difíciles", le dijo a mi compañero Darío Puig en Marca el pasado 18 de abril. Seguro que Di Stefano le ve orgulloso donde quiera que esté, solía equivocarse poco o nada en lo futbolístico la 'Saeta'. Ahora sólo falta que Del Bosque se anime a dar el paso. Seguro que no tardará mucho, la selección espera a PAREJO, con mayúsculas. 


Escribe para 'El Chut': Jorge Segura (@jseguraclara)

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27 septiembre 2014

Olvidando a Rafa Benítez

--> Qué difícil resulta en la vida olvidar a LA PERSONA. Esa por la que has dado y recibido todo, que te llevó a llorar y reir sin motivo, con la que descubriste cielo y mar... aquella que un día se decidió a marchar y te dejó vacío. Dejar atrás todo lo sentido y buscar un nuevo camino, que podrá ser mejor pero pocas veces lo es, porque siempre será diferente. No hablo de fútbol. O quizás sí. Porque el juego de la pelota tiene tanto de pasional, de vital, que las sensaciones de pérdida no andan tan distantes. Es sencillo imaginar la desazón de los barcelonistas cuando Guardiola puso fin a su estancia en el banquillo azulgrana, el abatimiento de los seguidores del United con el adiós de Alex Ferguson o el desconcierto de los valencianistas con la despedida de Rafa Benítez. En aquel prematuro epílogo de 2004 vengo a centrarme. 

Un artículo de Jorge Segura.

Rafa Benítez. Foto: k1ngk0ng.

     Desde la marcha del entrenador madrileño al Liverpool, buena parte del valencianismo se sintió descorazonado. La primera intentona para sacar de la depresión al aficionado del oscuro periodo de presidencia de Juan Soler sólo duro unos meses. El regreso al pasado de Claudio Ranieri se fracturó con aquella lesión de Vicente en Bremen y lo que fue un inicio continuista de éxitos se transformó en una temporada desastrosa. Ni el romano era ya el mismo de 1999 y, por supuesto, nada tenía que ver con su predecesor. Fue el primer paso que incidió en la depresiva búsqueda del nuevo Rafa.

     Como los argentinos buscan en cada gambeteo de un joven emergente al nuevo Maradona y los brasileños en el quiebro al otro Pelé, los seguidores de Mestalla querían ver en cada innovación táctica del inquilino de turno de su banquillo al líder que se pareciera al exitoso Benítez.
     Así, durante años, con jugadores de la mejor época en la historia del club, con futbolistas consolidados o con proyección que llegaban temporada tras temporada, fueron dilapidándose uno tras otro Quique Sánchez Flores, Ronald Koeman, Unai Emery, Mauricio Pellegrino, Miroslav Djukic, Ernesto Valverde y Juan Antonio Pizzi. Por no hablar de las asombrosas interinidades de Antonio López, Voro, Oscar Fernández y la reciente de Nico Estévez
     A todos se les vio o quiso ver algo del entrenador bicampeón de Liga en 2002 y 2004 cuando, en realidad, tenían poco o nada de él. Es lo que tiene la añoranza del que piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor.

     Es un sentimiento tan inevitable como dañino. Tanto como el largo proceso de conflicto interior en el eterno proceso de venta que sigue sangrando. Y vete a saber si ese hastío en el que entró el hincha y la reactivación evidente por la (casi) llegada del nuevo proyecto de Peter Lim, han sido culpables al unísono del olvido temporal del 'Rafismo'. Y es aún más curioso que haya sido el entrenador que menos confianza generaba en un primer vistazo el encargado de hacerlo.

     Con una experiencia corta en la Liga portuguesa, la mayoría miramos con recelo la aparición de Nuno como primera opción para entrenar al Valencia. Al conocer que además era una imposición del futuro nuevo dueño de la entidad, sonaba más a capricho con poco recorrido que a un aspirante sólido a conquistar el sitio por derecho y trabajo. Cualquier duda era más que razonable. Diría incluso que lo sigue siendo con sólo unas pocas jornadas disputadas. Pero la realidad palpable de momento es que el entrenador portugués vence y convence. Trabaja muy bien al equipo más joven de Primera. Como si del juego de tetris se tratara, ha encajado perfectamente las piezas recién llegadas a su plantilla con aquellas que ya estaban. El bloque defiende bien y ataca mejor. Para completar su aura de tipo competente, pese a estar pocas semanas en la ciudad, ha entenido perfectamente qué tiene que decir y cómo en cada una de sus comparecencias públicas, ante los medios de comunicación. Y ya se sabe, además de ser bueno, tienes que parecerlo, cosa que otros teóricos 'dominadores' del escenario mediático como Quique o Unai fueron incapaces de comprender.

     Olvidar a Rafa Benítez no sería conveniente ni justo, su legado de éxitos será difícilmente repetible, pero aprender a vivir sin él y su recuerdo era necesario para centrarse en las cualidades del que ahora sí quiere estar en ese banquillo. Nuno ha empezado a difuminar el pasado. Que su figura siga generando pasión sólo dependerá de su trabajo y el de sus jugadores. Como en la vida, ¿verdad? 


Escribe para 'El Chut': @jseguraclara

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