"" diciembre 2014 ~ El Chut <br> Expertos deportivos

"Que quien se calla cuanto me callé
no se podrá morir sin decirlo todo.".

José Saramago.

Aquí no dimite ni Dios

Perdonen la blasfemia, pero Dios también habría de dimitir de su cargo divino, si es verdad aquello que Alejandro Blanco afirmó en su condición de muy respetable presidente del Comité Olímpico Español. "Dios va con Madrid", dijo muy ufano. Qué cosas tiene el señor Blanco. Dios, ya se sabe, carga con demasiadas responsabilidades, y uno no puede pretender que se ponga siempre de su lado.

Ganó Wimbledon, perdió la “Batalla de los Sexos”

Este 25 de octubre se han cumplido 18 años del fallecimiento de una de las personas que más ha contribuido al progreso del tenis femenino y también a la igualdad de premios de la que tanto se habla en la actualidad.

Novelismo (I): “El germen de la traición”

Pateaban un balón de fútbol contra una pared, igual que cuando contaban apenas doce años. Se entendían sin palabras y agradecían mutuamente el silencio con el que se comunicaban. Pep Guardiola y Tito Vilanova hacían tiempo antes del entrenamiento de la mañana.

Mi futbolista favorito

Habría que recordar más a menudo la razón que convierte al fútbol en el más universal de los deportes: el fútbol es lo que es porque lo juegan niños de toda condición, y los ricos pocas veces son los mejores.

La decisión

"¿ Todos los días tomamos decisiones. Es inevitable. Prácticamente desde el primer momento, al despertar, cuando escoges poner primero un pie u otro en el suelo. La mayoría son nimias. "

30 diciembre 2014

El año del gatillazo

--> Se acaba. 2014 respira ya poco y mal. Afortunadamente para la mayoría. Al menos el calendario cambiará de número, nos ayudará a respirar hondo y pensar que 2015 será diferente, aunque quizás no sea tan distinto. Habrá nuevas oportunidades, pero otras jamás podrán recuperarse. Este que acaba ha sido sin duda el año del 'gatillazo'. Y sí, utilizo metáfora sexual porque lo peor es evidente que cayó de lado masculino. Merecidamente.

Un artículo de Jorge Segura (@jseguraclara)



     El varón español es chuleta por defecto. Presumimos de lo que no tenemos y cuando lo alcanzamos, no tardamos en perderlo por seguir alardeando en vez de continuar con el trabajo. Siempre bailamos en la inconsciencia de creer hacerlo bien todo y en todo. Por seguir con la alegoría anterior, celebramos llegar antes de tiempo y con premura a donde nos reclaman llegar tarde y sin prisa. Así nos lució el pelo también deportivamente en estos doce meses.

     Al fútbol español le costó una vida ganar un Mundial y alcanzar la condición de favorito a cualquier cosa tras sumar dos Eurocopas consecutivas. Todo lo tiramos por la borda en pocos días, los que pasaron entre la venganza holandesa y la sorpresa chilena. A casa a las primeras de cambio, con el rabo entre las piernas... y el orgullo en los pies.

     Claro que aquello fue en ultramar. Lo de la canasta nos cogió en pleno salón de casa. Como en fútbol estuvimos medio año hablando de la final contra Brasil, en baloncesto nos pusimos a hacer lo mismo con la de Estados Unidos. Aquí, al menos, mantuvieron el tipo en la primera fase. Paliza aquí, paliza allá, lo que nos faltaba para creer en la imbatibilidad de los chicos de oro. Hasta que Francia nos volvió a invadir con los Cien Mil Hijos de San Luis, en pleno siglo XXI. Eso sí, en este caso no hubo que gastar en viaje de regreso.
     El año varonil fue tan malo que hasta terminó fallando nuestro macho cabrío. Porque Nadal volvió a ganar Roland Garros como quien se toma un café, pero el cuerpo le frenó en seco y acabó por ver el resto de la temporada prácticamente desde casa. 
     Lo de Fernando Alonso no podía ir mejor. Si a la altanería española le sumas la arrogancia del italiano... el castañazo ha vuelto a ser importante.

     El maquillaje lo pusieron los niños. Esa bendición motera inagotable. Quizás por la ignorancia de la juventud, por el hambre del que aún lo tiene todo por delante o la insolencia del héroe. Aquí no hubo fracasos. De Márquez a Márquez, pasando por Rabat. Triplete tras triplete, que aquí si los hubo.

     Y mientras nos perdíamos en lamer las heridas y preguntarnos el por qué de tanta desgracia, olvidamos que el deporte ni empieza ni acaba en los hombres. Porque, al igual que en la vida, ellas no fallaron. Es más, 2014 fue otro año de crecimiento, de éxtasis femenino, de orgasmo para ellas, por qué no decirlo.

     Por primera vez en nuestra historia las futboleras abrieron la puerta al Mundial, ese que jugarán sin ataduras en 2015 en Canadá. Vero Boquete y compañía aseguran competitividad y compromiso. Por si fuera poco, completaron el año las chicas de la sub 17 con el subcampeonato Mundial en Costa Rica y las de la sub 19 con el de Europa en Noruega.

     Hasta Turquía, donde naufragó la absoluta masculina hace unos años, llegaron las chicas con el balón naranja y a por todas. Y a punto estuvieron de conquistar Constantinopla. Porque aquí sí jugaron la final contra USA y sólo las norteamericanas fueron capaces de evitar el título.

     Para el final nos dejaron otro brillante campeonato las 'Guerreras'. Es curioso que cuando menos ha apostado este país por respaldar el balonmano femenino es cuando la selección ha dado su mejor rendimiento. A los éxitos en años precedentes, sumaron uno más en el europeo de Croacia y Hungría.

     Los meses pasan tan rápido que casi se te olvida que las waterpolistas fueron campeonas de Europa, que Carolina Marín abrió una puerta desconocida convirtiéndose en el mismo año en campeona de Europa y del Mundo de bádminton o que Mireia Belmonte ganó 10 medallas internacionales y batió 3 récords del mundo de natación en pocos días... ¡siendo alérgica al cloro! 

     En fin, que se acaba el año, uno deportivamente maravilloso que casi todos obviamos porque (como habitualmente) continuamos con nuestro machismo. Entendiendo que los hombres mandan en algo sin entender que hace tiempo que aquí también mandan ellas. 

     Feliz 2015. 


Escribe para 'El Chut': Jorge Segura (@jseguraclara)

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14 diciembre 2014

Y usted, ¿qué Barça desea?

--> Digamos que es usted aficionado o simpatizante del Barça, o que simplemente le da cierta pena el proceso de degradación del mejor equipo de fútbol que jamás hayan visto sus ojos. Imaginemos que lo citan en un despacho del Camp Nou para recabar su opinión. Al otro lado de la mesa lo esperan el director deportivo, el entrenador y el presidente. Zubizarreta, Luis Enrique y Bartomeu andan perdidos, y han decidido poner en marcha un mecanismo de emergencia, una tormenta de ideas entre futboleros rasos para tratar de dar con la raíz del problema.

Un artículo de Sergio M. Gutiérrez.

Andoni Zubizarreta, director deportivo del F.C. Barcelona.

     Porque existe un problema, una especie de trastorno de la personalidad que no cesa de agravarse y que puede degenerar en pura bipolaridad. En la perversión onírica de este artículo, los dignatarios del club dan el primer paso para su tratamiento. Solicitan ayuda y plantean la cuestión central sin tapujos: hemos vendido que queríamos un Barça como el de Guardiola, que nada había cambiado y nada debía cambiar, que la filosofía es intocable, que esto es el Barça, que somos más que un club, que aquí se hacen buenos fichajes y que si no se puede no pasa nada, pues se cuenta con los de casa. Hemos vendido esa milonga mientras hacíamos todo lo contrario.

     El diagnóstico está claro para cualquiera que conozca cómo ha trabajado el Barça en los últimos veranos. Se han perseguido fichajes que nunca han prosperado, con las excepciones de (¿los imprescindibles?) Neymar y Luis Suárez, y se han acabado incorporando segundos o terceros platos: Mathieu es el sucedáneo de un Thiago Silva inalcanzable; Rakitic, el de un Koke con mucho apego por lo cercano; Claudio Bravo es lo más parecido a Víctor Valdés que dejaba el mercado; y de Douglas y Vermaelen mejor ni siquiera hablamos.

     Con los técnicos ha venido sucediendo poco más o menos lo mismo: Tito sustituyó a Pep a toda prisa porque Rosell necesitaba urgentemente un mensaje de continuidad; Tata ocupó el lugar de Tito a modo de interino permanente, y actuó desde el primer día como el forastero que no desea importunar; por último, Luis Enrique ha entrado en el club con personalidad, repitiendo a diestro y siniestro que conoce la casa y que hombre, por favor, qué le van a contar a él que no sepa ya. Luis Enrique ha llegado gritando que no piensa cambiar (porque hablar de cambio es una blasfemia, faltaría más), pero está cambiando el fútbol del Barça de modo radical, y se empieza a parecer a ese hombre empapado que no abre el paraguas porque ha asegurado que el chirimiri no iría a más.
     Hay dos tipos de aficionados del Barça: los nostálgicos guardiolistas y los que consideran aquel modelo en mayor o menor medida acabado. 
     Los primeros han condenado la regresión institucional paso a paso, sin dejarse ilusionar por éxitos achacables a la inercia ganadora heredada del pasado, sin dejarse embaucar por aciertos efímeros o por los destellos de un Messi sobrehumano. Han criticado la pésima gestión del talento formado en la cantera y la destrucción medida de la obra de Pep. Se han comportado como agoreros porque sabían que el tiempo les daría la razón. Y el tiempo, en efecto, se la está dando.

     Los miembros del segundo grupo son más variados. Les suele unir un mayor apego al día a día, una cierta necesidad de estímulos renovados, un hastío por lo cotidiano. Se dejan llevar por lo que ven sus ojos sobre el campo, y así diagnostican y dan por curados problemas según los resultados. Muchos de ellos proclamaron durante un lustro que el modelo del falso nueve estaba agotado, que Messi debía volver a la banda para surtir de balones a un delantero rematador, aquel nueve fijo durante tanto tiempo añorado. Algunos proclamaron que el problema era físico, que Xavi estaba acabado y que Iniesta nunca había trabajado. Pidieron un mediocentro destructor, o un doble pivote transgresor. Exigieron un fútbol más directo en cuanto las primeras virguerías de Neymar les entusiasmaron. Y aseguraron que Luis Suárez no podía jugar en banda, que Luis Suárez era un nueve y que los nueves están para jugar en el área.

     Y usted, ¿qué Barça desea? Se lo pregunta el mismísimo Luis Enrique. Se lo preguntan Bartomeu y Zubizarreta.

     Piense que es posible que todos los problemas del Barça se reduzcan a ese debate identitario. Quizá el equipo sólo necesite poner fin al tabú del estilo, plantar un doble pivote, alinear un centro del campo físico y pegar pelotazos para los tres de arriba, que sin duda son buenísimos. Quizá merezca la pena una tormenta de ideas, un referéndum, una consulta sobre lo que el club debe ser. Pero quizá, de celebrarse, ganarían los fieles al guardiolismo: el estilo sobre la victoria, ante todo un modelo, una ética de trabajo. Y entonces nada de lo hecho en los últimos años (fichajes incluidos) tendría el más mínimo sentido.


Escribe para 'El Chut': Sergio M. Gutiérrez (@sergiomguti)

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08 diciembre 2014

El discurso de Nuno

--> Muchas personas que viven a diario el entorno futbolístico aseguran que a los entrenadores se les conoce en los malos momentos, sobre todo a través del talante que muestran en sus comparecencias públicas, las ruedas de Prensa fundamentalmente. Puede que sea así, pero no creo que haya que esperar a las derrotas para vislumbrar la personalidad de un técnico.

Un artículo de Jorge Segura (@jseguraclara) para El Chut.

Nuno Espirito Santo, técnico del Valencia CF.

     Nuno Espírito Santo entró en el Valencia como un guante. Aunque aterrizó con escaso currículum y sólo bajo el paraguas del (ya) dueño Peter Lim, su trabajo y los resultados le colocaron en una posición preferente del escaparate. Su equipo jugaba bien y ganaba. Divertía y se divertía. El portugués pareció entender desde un momento lo que necesitaba futbolísticamente la institución y, aún más, lo que echaba en falta en el discurso de un entrenador desde la atalaya mediática. "Apoyo... unión... fuerza... que nos reciban... que nos esperen... les necesitamos...", gestos de celebración en pleno césped de cada partido en Mestalla y capacidad de respuesta como bloque ante cualquier rival, incluso frente al reciente campeón de Liga.

     Los aficionados y los medios vivían subidos al barco y enrolados en su tripulación desde la primera jornada, yo mismo lo hice en un artículo aquí publicado el pasado 27 de septiembre. Seguramente la mayoría le sigue respaldando. Es justo. Pese a perder con el Barcelona, la imagen ofrecida fue más que buena y sólo en el último suspiro se le escapó un merecido empate. Capaz de mantener el tipo con los grandes, su conjunto se ha dejado el liderato en la carrera por la Champions con derrotas injustificables como la de Riazor o empates pírricos como el último en Granada.

     El Valencia de Nuno hace honor a sus colores más que nunca. Blanco casi inmaculado en casa, donde suma 16 puntos y sólo ha cedido una derrota y un empate. Negro zaino como visitante con sólo dos victorias y un total de 9 puntos, lo que le convierten en el peor equipo de los siete primeros clasificados en la Liga. Además, aunque consiguió voltear el partido de ida copero en Vallecas, su imagen fue lamentable. Un equipo de dos caras. 
     Lo curioso, quizás lo más criticable, es que el rostro y el discurso que da el entrenador es siempre el mismo, sea donde sea, y aquí viene el primero de los errores achacables al técnico.
     Tras unas primeras semanas de desconcierto y titubeo, el portugués aterrizó en Mestalla con el viento a favor. Euforia en buena parte de la masa valencianista con el proyecto del nuevo dueño, el lavado de cara y pintura del estadio, la nueva tienda en el centro de la ciudad, los fichajes de futbolistas jóvenes, prometedores y comprometidos.... todo ha ido funcionando, hasta que los resultados le han llevado a una zona de calma chicha. No hay viento que arrastre al equipo y algunos de los encargados de remar en estas situaciones parecen cansados. Pese a ello, Nuno se empeña en afirmar que su equipo juega bien y merece las victorias. Lo dejó entrever en Vallecas y lo dijo en Granada. Se equivocó.
     Si algo debe saber Espírito Santo es que el aficionado blanquinegro sabe y exige de fútbol. No le valen medias verdades y menos aún mentiras. Ahí también erró hace unos días, cuando aseguró que Barragán y Cancelo eran mejores jugadores que Joao Pereira y que por eso su compatriota nunca más jugaría en el Valencia. Mintió. Tanto que él mismo rectificó (o matizó) sólo unos días después al afirmar que los prefería porque eran mejores para su estilo de juego. Una manera de intentar salir de un charco en el que él solo ya se había metido. Porque el hincha valencianista ha visto jugar a los tres (a Cancelo poco, eso sí) y sabe que Pereira es el mejor, así que la explicación no convence.
     Personalmente creo comprender a Nuno, aunque se equivoque. Anda atado de pies y manos en ciertas decisiones, por buen entrenador que sea. Pereira es uno de los casos. En verano quisieron traspasarle para hacer hueco a otro lateral. La operación no cuajó, Joao ya había decidido dejar a su agente Jorge Mendes y ahí acabó la historia. Después de eso, es imposible que volviera jugar con él en el banquillo. Se lo debe a Mendes. Como le debe a Peter Lim haber llegado hasta aquí sin merecerlo. Cómo si no se puede entender el empecinamiento en hacer jugar a Rodrigo las últimas semanas. Su rendimiento es más que deficiente, al contrario de lo que ha demostrado De Paul en los minutos que ha jugado. Aun así, en Los Cármenes volvió a jugar el internacional español. 

     La otra papeleta que debe solventar también afecta a la delantera. A día de hoy, puede que Negredo sea un jugador más completo, pero Paco Alcácer es mejor delantero. El desequilibrio a la hora de elegir es evidente: uno le costará al Valencia 30 millones de euros, el otro ha salido gratis. Pero el caso es que viendo los pocos minutos que compartieron en Granada, parece que la opción de verlos jugar juntos (y bien) no es utópica. Quizás sea esa la solución.

     Complicado moverse para el entrenador en estas aguas y ahora que los resultados fallan. Queda un mundo, es cierto. Sólo llevamos 14 jornadas de campeonato pero el Valencia ha pasado en pocas de estar a un punto del líder, a ser quinto a cuatro de distancia de la zona que da opción a jugar Liga de Campeones. Demasiada renta perdida. Mientras todo eso ha pasado, el discurso de Nuno no ha cambiado. Difícil de entender.


Escribe para 'El Chut': Jorge Segura (@jseguraclara)

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01 diciembre 2014

Todos somos culpables

--> La muerte de Francisco Romero, el seguidor radical del Deportivo de la Coruña, en una reyerta organizada entre iguales de su equipo, del Atlético de Madrid, Rayo Vallecano y Alcorcón no es la primera que inmiscuye al fútbol español, desgraciadamente puede que tampoco sea la última. Al fallecido le conocían como 'Jimmy'. Los que le acompañaban en la barbarie (en un bando u otro) operan bajo los pseudónimos de 'Riazor Blues', 'Frente Atlético', 'Bukaneros' y 'Alkor Hooligan'. Da igual la denominación o el supuesto color ideológico, son cerebros rapados en la mayoría de casos.

Un artículo de Jorge Segura (@jseguraclara).

El río Manzanares y el estado Vicente Calderón. Foto: El coleccionista de imágenes.

     Algunos de los personajes que viven del mundo del fútbol o merodean en el entorno, se han apresurado a intentar despojar de culpabilidad al deporte rey. Son patéticos tergiversadores de la realidad, mentirosos interesados o enfermizos y, sobre todo, inconscientes. Tanto me da si son dirigentes, jugadores, entrenadores, periodistas o meros aficionados. Claro que el fútbol es culpable, el principal de hecho, porque alberga, acoge e incluso protege en muchos casos a estos grupos de cobardes, violentos y en algunos casos asesinos.

     Durante décadas, los directivos han facilitado entradas a coste cero a estos grupos de desalmados. Más allá, en innumerables casos, les han puesto un cuartillo en el estadio propio para que guardaran parte de su material de uso. Pancartas, banderas anticonstitucionales, armas de batalla o cualquier otro enser que necesitaran los violentos. Patético. Más allá de esa protección institucional, han sido capaces de fomentar su existencia por acción u omisión. Capaces de facilitar reuniones entre los líderes de estos reductos de majaderos y los jugadores, además de ser incapaces de censurar públicamente sus actuaciones, más bien lo contrario.

      Los jugadores tampoco están al margen, especialmente los más representativos. Uno se harta de ver celebraciones en las que los futbolistas se dirigen al rincón, curva o fondo del estadio donde se encuentran estos ultras para, incluso, abrazarse a ellos en el éxtasis del gol. Lamentable. Capaces de ir hacia ellos al terminar un partido para agradecer no se sabe bien qué, regalarles las camisetas, lanzarles un aplauso... Escandaloso. Por no hablar de aquellos que acceden a hablar cuando reciben una de las amenazantes visitas a sus lugares de entrenamiento. Yo he presenciado varias en la ciudad deportiva de Paterna, tal cual la han sufrido en otros clubes, la más llamativa la que llevó a un grupo de encapuchados a suspender un entrenamiento del Atlético de Madrid no hace tanto tiempo.
     Al único entrenador que recuerdo plantarse por completo ante estos salvajes fue a Guus Hiddink. Siendo técnico del Valencia se negó a que su equipo comenzara un partido en Mestalla hasta que no retiraran una bandera con una esvástica. La mayoría, tal y como sucedió con el Cholo el domingo, no pone el énfasis y la contundencia necesaria en la condena. “Que si el fútbol no es el culpable, que si es sólo un problema cultural y educacional...”, milongas.
     Los periodistas, mi gremio, mis colegas. Frente a los que condenan constantemente los gritos, los cánticos violentos, cualquiera de las actuaciones antes referidas, aparecen unos cuantos que son capaces de fotografiarse con estos ultras y alabarles en los medios donde trabajan por su capacidad de animar un estadio o de cualquier otra barbaridad por el estilo. Quizás por ser mi mundo en estos últimos 20 años, es lo que me resulta más asqueroso.

     Tampoco muchos de los aficionados que se dispersan por el resto de la gradería de un estadio quedan libres de culpabilidad. Muchos se animan a cantar lo que estos bárbaros les proponen desde una esquina y otros cierran los ojos ante peleas o reyertas como las de este fin de semana junto al Manzanares. Aun así, de todos los responsables futbolísticos, me parecen los menos. Entiendo el miedo ante las intimidaciones y amenazas de los radicales. Miedo que no exime de actuación al resto de actores implicados, incluida la Prensa.

     Por último, los políticos. Aquí incluyo a los dirigentes de los órganos deportivos del estado, las comunidades autónomas, los ayuntamientos y las organizaciones futbolísticas. Siempre sobrepasados, siempre tenues en la condena, siempre tardíos en las medidas, siempre mal. Incapaces durante años de pedir una reforma legislativa que condene con más dureza estos actos, lleguen o no al asesinato. ¿A qué tenéis miedo? ¿O es sólo incompetencia? Sí, claro que el fútbol es culpable. El principal culpable. Pero no el juego en sí sino todas las personas que forman o toman parte en su disputa. TODAS.


Escribe para 'El Chut': Jorge Segura (@jseguraclara)

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