--> Aquí deambulamos, por el año 2014, sin coches voladores, visitas a Marte y con ropa más del siglo pasado que la futurista que vimos en películas de ciencia ficción de los años 90. Para aquellos que nacimos en el úlimo cuarto del siglo XX, resulta bastante desalentador el panorama, la verdad. Esperábamos mucho del futuro con el cambio de milenio, pero nos dimos de bruces con la realidad. De hecho, más que una evolución hemos vivido una involución en muchas cuestiones, sobre todo sociales. Lo que curiosamente nunca hubiéramos imaginado era ver a las selecciones de fútbol y baloncesto campeonas del Mundo. Ningún novelista lo predijo, probablemente porque era impensable.
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La selección española de fútbol celebra con la afición la Eurocopa del año 2008. Foto: Heart Industry. |
Seguramente los cuatro cerrarán el ciclo y completarán su círculo. Unos en Brasil en apenas unos días tras el fiasco en este caso, otros en casa, en España, dentro de unos meses. Cuando el talento coincide muchas veces el éxito se retroalimenta. El gen competitivo aparece y la eclosión es inevitable.A ellos se unieron jugadores de esa generación, de posteriores y juntos hicieron posible algo que parecía inimaginable años atrás, cuando en fútbol la barrera de cuartos siempre era infranqueable o cuando en baloncesto vivíamos dolorosas humillaciones ante Angola. Más allá de la calidad individual de cada uno de ellos, da la sensación de que aportaron algo más importante en el liderazgo de sus respectivos combinados. Mentalidad ganadora en cada momento, sobre todo en los peores, esos que siempre se atragantaban, para sortearlos con convicción y con más o menos suerte, hasta el final, hasta la final. En el caso de los chicos del basket, la fuerza que imprimieron al grupo fue tal que incluso ganaron el cetro mundial a Grecia con Pau fuera de combate, en un partido maravilloso.
Ahora, unos y otros, andan más cerca de la retirada de la alta competición que de otra cosa. Es inevitable. Mandan los años, no los propios sino los competidos, que son muchos y siempre al máximo nivel. Para los que hemos vivido sus proezas en directo siempre nos quedarán en la memoria y las grabaciones estarán ahí para mostrarlas a las generaciones futuras. Da la sensación de que dejan además tras de sí un buen número de grandes jugadores y competidores que pueden contribuir a mantener el nivel durante muchos años. Es su gran legado. Ese que envidiamos durante décadas a los brasileños, argentinos o italianos en el fútbol. El que admirábamos en balcánicos, rusos, norteamerianos y otros tantos en baloncesto. Son ellos ahora los que miran hacia las dos Españas deportivas con respeto y parte de admiración. Esperemos que ese legado perdure por mucho tiempo.
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