"" Novelismo (I): "El germen de la traición" ~ El Chut <br> Expertos deportivos

"Que quien se calla cuanto me callé
no se podrá morir sin decirlo todo.".

José Saramago.

08 junio 2013

Novelismo (I): "El germen de la traición"

--> Pateaban un balón de fútbol contra una pared, igual que cuando contaban apenas doce años. Se entendían sin palabras y agradecían mutuamente el silencio con el que se comunicaban. Pep Guardiola y Tito Vilanova hacían tiempo antes del entrenamiento de la mañana. El muro respetaba la meditación compartida, y sólo devolvía ruidos acompasados con cada pelotazo que recibía. "Tengo que contarte algo", dijo de repente Pep. Y Tito temió lo peor al comprobar que su amigo no lo miraba a la cara. Porque Pep siempre buscaba los ojos del interlocutor cuando debía comunicar una mala noticia. Corrían las últimas semanas del invierno del año 2012. Ambos sentían un frío extraño, interior y seco, impropio de la ciudad de Barcelona.

"El germen de la traición" es el primer capítulo de una serie de relatos novelados de Sergio M. Gutiérrez.

Tito Vilanova y Pep Guardiola, en un entrenamiento del F.C. Barcelona.
     - No puedes estar hablando en serio -espetó Tito-. Estás loco. La gente no te lo permitirá.
     Pep ni siquiera había dado nombres. Se había limitado a insinuar sus intenciones, adivinando que Tito acertaría a colocar en el lugar adecuado, dentro o fuera del Barça, las piezas que le venían rompiendo la cabeza (y a menudo las pelotas) desde el comienzo de la temporada. Jugadores díscolos, acomodados, cansados de la obsesión de su entrenador por los detalles.
     - ¿Me estás diciendo que te quieres cargar este equipo?
     Jugadores que preferían la displicencia del segundo entrenador, convertido sin darse cuenta en el policía bueno.
     - Estás fatal, tío. ¿Se puede saber qué hostias ha pasado? Que sólo he estado fuera veinte días, por Dios...
     En realidad, Tito había permanecido más de veinte días alejado de la plantilla. Un tumor maligno en la glándula parótida había exigido una rápida intervención médica. Su salud era lo primero. Y sus hijos aún lo necesitaban, maldita sea. A quién le importaría el fútbol en plena batalla con la muerte, a quién el trabajo, la fama o el dinero. Él había aceptado con naturalidad su rol secundario, y se consideraba un afortunado por la detección precoz de la enfermedad. No todos tenían la misma suerte, no todos los pacientes de cáncer sentían el apoyo de una masa social como la azulgrana. Ànims Tito por aquí, Ànims Tito por allá. Todo eso estaba muy bien, pero aquella gente ni siquiera lo conocía. Quién se acordaría de él dentro de unos años. La vida no era Pep. La vida no era el Barça. La vida eran los suyos.
     - Tú eres el jefe. Si ya lo tienes decidido, no entiendo qué pinto yo en esto. Lo haces y punto.
     - No me jodas, Tito. Eres el segundo entrenador del Barça... ¿A quién coño quieres que se lo cuente?
     Pep sabía que su amigo había cambiado. Ya no respaldaba sus discursos. Ya no discutía sus alineaciones. Ya no revolvía las estrategias ni ponía a parir los planteamientos más atrevidos. Disculpaba a los futbolistas como un profesor mediocre hubiera pasado por alto las flaquezas en el estudio de sus alumnos. ¿De qué servía que el técnico les apretara las clavijas? ¿Cómo exigirles el máximo compromiso, si encontraban en el regazo del segundo de a bordo el  consuelo de una madre comprensiva? Esos muchachos altivos, ricachones de veinte años mal cumplidos, necesitaban disciplina. Ganarlo todo les había convertido en jactanciosos. Y Pep detestaba a los chiquillos engreídos. Los detestaba tanto como a los ayudantes lacios, complacientes y poco efectivos.
     - Tienes razón, Pep. Lo siento. Pero entiende que es muy fuerte lo que me estás diciendo.
     Suerte que Tito era su mejor amigo.
     - No, lo siento yo. Es que ando algo nervioso. -Y entonces Guardiola controló el balón, lo pisó como en los viejos tiempos y resopló. Y pensó que quizá estaba equivocado. Por eso adoraba a Tito, porque siempre conseguía que reflexionara dos veces las cosas. Quién era Pep Guardiola para despedir a media plantilla. Menuda tontería. Suerte que Tito era su amigo y estaba ahí para frenar sus excesos.
     - He hablado con algunos chicos, Pep. Ellos también se sienten... inquietos. Murmuran que estás cambiando, y que no saben a qué atenerse contigo.
     - Quizá sea verdad...
     El entrenador del Barça solía escuchar con atención las palabras de Tito Vilanova.
     - ¿Por qué no me miras? -Preguntó el ayudante.
     - Porque sé lo que estás pensando, Tito. Porque sé lo que estás pensando.
     Levantó Guardiola entonces la pelota de dos toques. Y chutó fuerte contra el muro al primer bote.
     - Ya vamos con retraso. Otro día igual. Dos minutos para empezar y sólo hay cinco chicos en el campo. Y los demás por ahí, perdidos. ¿Dónde coño está todo el mundo?
     Y Pep Guardiola ordenó que empezara con premura el entrenamiento.


Escribe para 'El Chut': Sergio M. Gutiérrez (@sergiomguti).

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1 comentario:

  1. El inicio promete. Tiene todos los ingredientes de un thriller futbolero!

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