"" Iago Aspas, el grito de Balaídos ~ El Chut <br> Expertos deportivos

"Que quien se calla cuanto me callé
no se podrá morir sin decirlo todo.".

José Saramago.

10 marzo 2013

Iago Aspas, el grito de Balaídos

--> ¡IAGO ASPAS! Éste fue el grito más repetido por la grada de Balaídos durante aquel minuto 94 de partido. Iago Aspas había marcado el segundo gol del Celta, el que le daba la victoria. Apenas quince minutos antes había hecho también el primero, neutralizado a dos del final por el delantero alavesista Juanjo. Pero ahí surgió él, era su día. Estaba escrito que él y solo él tendría la llave del destino del club en el que jugara desde su infancia. Quizás suene exagerado, pero un empate o una derrota podría acabar suponiendo el descenso a Segunda División B, y una más que probable desaparición del club vigués. Aquel partido acabaría con un 2-1 que mandaba al Deportivo Alavés al infierno de la tercera categoría del fútbol español, y permitía al club gallego mantenerse en Segunda.

Iago Aspas, delantero del Real Club Celta de Vigo.

       Aquel día Iago demostró lo que es hoy. No solo un gran jugador, sino un director de orquesta, un escritor. Al salir al campo, pareció acercarse al atril, cambiar la partitura y dirigir él mismo el juego. Se desmarcó, remató un centro, y levantó la batuta. El público enloqueció, no era para menos. Lo hizo una vez más, provocando el delirio de la bancada celtiña. La pluma está en su pierna izquierda, esa que consigue darle al esférico efectos paranormales. Esa que decidió cuándo terminar con la agonía de sus aficionados, con su suplicio. Fue él el autor del epílogo a ese pésimo año. Moría una temporada, nacía una estrella.

Los orígenes
       Iago Aspas Juncal nació en Moaña, en la provincia de Pontevedra, el 1 de agosto de 1987. A los 8 años llegó a la cantera del club olívico, donde fue quemando etapas hasta alcanzar el primer equipo. No fue tarea fácil, el club pasaba por malos momentos deportivos y nada hacía presagiar que el joven canterano pudiera tener su oportunidad. Tras realizar varias pretemporadas anotando goles, fue Eusebio Sacristán, el actual entrenador del filial blaugrana, el que se atrevió a darle los minutos que tanto se ganaba en los entrenamientos y partidos con el segundo equipo. 
“Toda evolución nace de la desobediencia”, así debió de pensar el bueno de Eusebio, que en un momento agónico para la entidad, donde lo más sencillo hubiera sido tirar de veteranos, echó un ojo al banquillo, y mandó a calentar a ese número 28, con cuerpo esquelético y piernas delgadas, pero con una alegría contagiosa.
       El resto, ya se sabe. Iago solo necesitó veinte minutos para realizar un desmarque a la espalda de la defensa, y rematar de cabeza un centro. La camiseta celeste al aire, el 28 acariciando el verde y el torso desnudo mostraban lo que es Aspas. Un jugador bravo, un luchador, un muchacho que no se esconde... Pues dudo que haya un marrón mayor que el de salvar a tu equipo del descenso, en apenas media hora. El segundo gol fue el éxtasis, la confirmación. Gol de nueve puro. Remate de un compañero, despeje del portero. Intuición, un paso, y un pase a la red. Acarició el balón con ternura.
Fue el punto y final a una mala temporada. Fue la nota positiva de un año para olvidar. Surgía el líder natural que tiraría del carro los años venideros, y solo con 22 añitos.
Delantero centro
       Hoy en día, Aspas es el pilar del Celta, el jugador emblema. Ya desde su debut demostró lo que era capaz de hacer. Un cambio de ritmo eléctrico, que sorprendía, pues sus piernas no parecían preparadas para soportar tanta aceleración. Cuando el defensa quiere meter el pie, Iago ya está celebrando el gol. Alterna muchas cualidades de un media punta al uso, como una privilegiada visión de juego, y un gran pase al hueco. En el extremo no se desempeña mal, sus regates, su velocidad y sus centros son de notorio nivel, a pesar de que el propio jugador reconoció que no le gusta jugar ahí. Pero, sin duda, donde destaca es en la posición de delantero centro.

       Pese a no ser un jugador alto (176 cm) ni corpulento (67 kg), aprovecha su gran resistencia para incordiar a los defensas. No es un delantero que se cuele entre ellos y espere el balón, sino un jugador que no deja de trazar desmarques, sea en horizontal o diagonal, ofreciendo salida a sus compañeros en todo momento. Su dulce pie izquierdo atesora una calidad que le lleva a colocar el balón casi donde él quiere, virtud impagable que hace de él un jugador particularmente peligroso en el área rival. 
Y a tanta labor ofensiva, cabe añadir su capacidad defensiva, jugador incansable a la hora de la presión, lo cual provoca muchas pérdidas de balón por parte de los rivales.
Camino quizá de Valencia
       Pero no es oro todo lo que reluce... A pesar de sus grandes cualidades, Iago es un jugador con un carácter aguerrido, que muchas veces le juega malas pasadas. Suele ser amonestado con asiduidad (aunque últimamente ha mejorado mucho en este aspecto) y cabe la duda de su adaptación a un equipo que no sea el gallego, donde los compañeros juegan prácticamente a lo que Aspas juega. Dicen que tiene un precontrato con el Valencia, así que analizaré ahora su posible función.

       Siempre y cuando el conjunto ché mantenga el mismo estilo de juego, Iago puede compartir la delantera con Soldado, sustituyendo por posición a Jonas. Aspas puede aportar una cantidad de goles meritoria, rondando los 10 o 15, más unas cuantas asistencias. En términos futbolísticos, su gran contraataque puede ser un arma letal en numerosos partidos, aunque también se debe destacar su capacidad para bajar a recibir y asociarse con los jugadores de medio campo. 
Posee un buen desborde, y ha mejorado mucho su pierna mala, la derecha.
Jugador de barrio
       En resumen, Iago es de los pocos futbolistas de barrio que quedan. En Argentina sería considerado un jugador de potrero, un Messi, un Di María... De hecho, se llegó a decir de él que si fuera argentino valdría millones, pero su carácter a veces conflictivo evitó su ascensión en algunas ocasiones. A los 22 años tuvo su oportunidad, y hoy, rondando los 26, está ante un reto mayúsculo: salvar a su club del descenso, y recalar en otro de mayor entidad. Está preparado. Su huella tardará en suplirse en Vigo, pues es un grandísimo jugador, y uno de los últimos leales a su camiseta. El equipo que se lo lleve se hará con un diamante en bruto. Está por pulir, todavía. Pero todo en él es mejorable. No tiene techo. Al menos por ahora.


Escribe para 'El Chut': @quincevidas (Diego García).



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