"" Perder con los tuyos o ganar con mercenarios ~ El Chut <br> Expertos deportivos

"Que quien se calla cuanto me callé
no se podrá morir sin decirlo todo.".

José Saramago.

18 junio 2015

Perder con los tuyos o ganar con mercenarios

--> No hay color. Si usted pregunta a un aficionado medio al fútbol, no importa cuál sea su equipo, observará que casi siempre prefiere ganar con una pandilla de fichajes caros a perder con un puñado de chicos criados en el pueblo. Existen excepciones, por supuesto; tradiciones que honran la idiosincrasia de instituciones admirables como el Athletic Club de Bilbao. Pero incluso en esos casos las condiciones de raigambre exigibles para formar parte de la plantilla se estiran cuando la situación es delicada, y llegan a ponerse en duda los principios fundacionales si el descenso amenaza o el futuro inmediato adelanta nubarrones. Quién se atrevería a juzgar a los hinchas de voluntad cambiante: lo que uno desearía de verdad es ganar con once chicos de la casa, pero pocas veces es posible.

Un artículo de Sergio M. Gutiérrez.

Marc Bartra se fotografía en la rúa del triplete del Barça.
     La gran obra de Pep no fue el triplete, sino el triplete con Pedros y Sergios, con muchos chicos de La Masia y con una identidad propia, única e irrenunciable. Todo se puede comprar en el fútbol, menos la identidad.
     El Barça de Pep, de hecho, hizo todo lo posible por fichar a Cesc por pura identidad, porque Cesc era un pedacito de Barça y el Barça anhelaba casi tanto como la victoria ganar con once chicos de la casa.
     Ocurre, sin embargo, que de un tiempo a esta parte la costumbre en Can Barça es ganar. ¿A qué se debe tamaña sucesión de éxitos? No voy a afirmar que sea consecuencia única y directa de la aplicación del modelo de cantera, pero tampoco nadie podrá negar que el modelo de cantera ha sido determinante. Un buen observador debería tener en cuenta infinidad de factores, desde el surgimiento inimaginable de Lionel Messi hasta la misma polarización geopolítica de la vida social y futbolística: ser uno de los dos grandes equipos de la Liga tiene sus ventajas. Nunca hay, en fin, una sola razón. Las cosas suceden, y no siempre es fácil explicarlas.

     Los títulos alegran el ánimo del culé, ensalzan a quien los consigue y relativizan las tormentas que rodean al club en su vertiente institucional. Incluso el modo de conseguirlos parece secundario. No, no se me enfade el devoto de Luis Enrique: siempre he reconocido las virtudes del técnico asturiano, su excelente trabajo, los resultados innegables que al final proporcionó su tozudez. Es cierto que mantengo la sospecha de que el triplete ha sido bastante casual, resultado de una encrucijada de voluntades difícilmente repetible: la situación personal de Messi, su relación con Neymar y Suárez, el empeño de recuperación de Piqué, el dilema vital de Alves, el pegamento silencioso de Iniesta y de Xavi, la convocatoria de elecciones de Bartomeu. Pero cómo voy a toserle a Luis Enrique. A Luis Enrique ahora mismo no le tosen ni sus compañeros de rutas ciclistas.

Los jóvenes

     Hace cuatro años, el Barça contaba con una generación de jóvenes que parecía llamada a marcar otra época: Thiago Alcántara y Deulofeu, seguramente los dos mayores talentos en bruto del fútbol mundial desde Leo Messi; Martín Montoya, dueño de la banda derecha en la exitosa selección española sub-21; Marc Bartra, el coraje de Puyol con el talento de Piqué; Sergi Roberto, un todoterreno con asombrosa facilidad para jugar sencillo, al estilo Barça; Rafinha Alcántara, Tello, Grimaldo, Sergi Samper, Sandro Ramírez, Munir, Adama... Casi todos han acabado fagocitados, o están en serio peligro de no llegar jamás a aquello que soñaron.
     Las circunstancias hacen al futbolista: Pedro y Busquets dieron el salto con Guardiola, demostraron sus respectivas capacidades y se quedaron. Los chicos de las generaciones posteriores sufrieron épocas de mayor exigencia, de cambios constantes de entrenadores, de proyectos que empezaban desde cero y siempre relegaban a los jóvenes.
     A menudo se habla de las dificultades que vivió el mismísimo Andrés Iniesta para hacerse con un puesto de titular en el Barça. Si se juzga sumariamente a los que no lo han conseguido, se concluirá que no son tan buenos. Y lo cierto es que seguramente no lo sean.

     En la victoria, en cualquier caso, pocos se detienen a pensar en estas cosas. Montoya está a punto de dejar el Barça. Bartra se lo está pensando muy seriamente: más culé que él no hay nadie, pero su cláusula ha bajado a 12 millones y, maldita sea, el chico quiere jugar. Pedro ha renovado por motivos familiares, pero asumiendo un rol en el equipo por completo secundario. Sergi Roberto aguardará una temporada más, imaginando que quizá se pueda consolidar como suplente de Busquets; incluso ser suplente está caro. Rafinha va entrando, pero las elecciones le traerán a un Pogba o un Kondogbia, y es posible que le acabe ocurriendo como a Bartra con Mathieu. Munir y Sandro ya saben que el quinto delantero rasca muy poca bola. Y hasta Douglas tiene hueco antes que Grimaldo.

     En la victoria pocos lamentan las bajas colaterales, pero en la derrota el hincha desea al menos poder agarrarse a algo. Y perder con los tuyos, con tus chicos, siempre fue un buen consuelo. El Barça, de hecho, se dice a sí mismo más que un club por motivos como ése.

     Que la derrota, cuando llegue, coja a todos los culés bien agarrados a algo.


Escribe para 'El Chut': @sergiomguti

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