--> Ibrahimovic, Cristiano, Diego Costa… parece el inicio de la enumeración de candidatos al próximo Balón de oro, pero no lo es. Podría añadir unos cuantos jugadores más del Barça, Valencia, Bayern Munich o cualquier gran equipo inglés. En realidad se trata de los jugadores que han sufrido lesiones musculares importantes en el tramo decisivo de la temporada. Además, una especialmente larga y delicada con el Mundial de Brasil agazapado a la vuelta de la esquina. Claro que la campaña pasada sucedió igual, sin un gran torneo de selecciones como colofón y sólo basta recordar el estado físico de Messi en las semifinales que su equipo jugó en la Liga de Campeones.
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La
realidad es que los equipos llegan al momento estelar de los
campeonatos con sus jugadores más significativos, los más caros,
los que suelen definir el triunfo o la derrota, en muchos casos
totalmente fatigados, agotados, extenuados. ¿Puede el fútbol
permitirse no ver a sus mejores exponentes en los grandes momentos?
Personalmente creo que la respuesta más que clara es cristalina y la
principal causa es más que evidente: La saturación de partidos en
un calendario eterno.
Más de 50 partidos de altísimo rendimiento con sus correspondientes desplazamientos y concentraciones. Poco tiempo para el necesario descanso que facilita la recuperación y regeneración del futbolista.Para colmo, el fútbol sigue anclado en el pasado, no sólo en su negativa a usar soluciones tecnológicas a ciertos problemas arbitrales, también con una duración de partidos ilógica, que hace los encuentros en muchos casos tediosos y lentos.
Se
pierde calidad, se pierde brillantez, en resumen, el espectáculo es
cada vez más pobre. Sólo los más fuertes quedan en pie y qué
mejor ejemplo el gol de Bale en la reciente final de Copa y su
carrera desigual con Marc Bartra.
Las
organizaciones que rigen el fútbol, plagadas de ejecutivos y escasos
exjugadores, así como los clubes y sus dirigentes, no parecen ver el
problema o quizás no quieren verlo. Los entrenadores seguramente son
conscientes de ello pero, normalmente, también dependen del deseo de
los jugadores y tienen poco margen para maniobrar como debieran. Los
futbolistas, ávidos de récords de partidos, de goles, de absurdas
estadísticas, elevan su esfuerzo y su ego inconscientemente en
muchos casos y presionados por los propios patrocinios publicitarios
en muchos casos.
Para colmo, en el escenario obligatorio de asueto vacacional, ya sea por cuestiones mercantilistas o por fines benéficos, los jugadores continúan jugando encuentros, viajando más de la cuenta y desgastándose cuando debería estar descansando.
La
enfermedad por agotamiento que sufre el fútbol es fácilmente
trasladable la elite de cualquier otro deporte. Rafa Nadal, número 1
del tenis, ha sido el principal abanderado en las críticas al
terrible calendario que deben afrontar cada año los tenistas en el
circuito ATP. En los últimos años en la NBA, se han incrementado
las graves lesiones entre algunos de los jugadores franquicia de los
mejores equipos, basta pensar en Kobe Bryant en los Lakers o Derrick
Rose en los Bulls. Podríamos incluir claro está al ciclismo y a
otras muchas disciplinas más.
Pedimos
cada vez más velocidad, más brillantez, más espectáculo a los
deportistas sin darnos cuenta de que los exprimimos y agotamos con
suma rapidez. Sinceramente creo que si queremos que el deporte en
general y el fútbol en particular siga teniendo ese poco de arte y
magnificencia, hay que empezar a pensar en cambiar definitivamente
las cosas. O eso o todo acabará siendo muy vulgar.
Escribe para 'El Chut': Jorge Segura (@jseguraclara)
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