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"Que quien se calla cuanto me callé
no se podrá morir sin decirlo todo.".

José Saramago.

21 julio 2014

Luis Suárez y el derecho al trabajo

--> Éste no es un artículo de temática deportiva, no estrictamente. Nos disponemos, sí, a hablar de Luis Suárez, el nuevo delantero del Barça; pero aquí no se van a analizar sus cifras goleadoras, su encaje en el estilo culé, el modo en el que Luis Enrique lo aprovechará o su capacidad asociativa con los jugadores que pronto lo rodearán. Ni siquiera pretendemos soltar una diatriba moral sobre la inconveniencia de según qué comportamientos en un terreno de juego. La cosa es mucho más sencilla: pasan los días y continúa en ejecución una sentencia gravísima, ilegal y sonrojante a partes iguales, sentencia de tribunal futbolístico que supera con creces los límites de lo deportivo y afecta a un derecho fundamental del uruguayo.

Escribe para 'El Chut': Sergio M. Gutiérrez.

Luis Suárez, en la Copa del Mundo de Brasil, tras morder a Chiellini
     Los hechos son de sobra conocidos, punibles incluso por vía penal si el lector se quiere poner estricto: Suárez agredió a Chiellini con bastante premeditación y cierta alevosía. Después, como agravante, se atrevió a negar el mordisco pese a la cantidad y evidencia de las pruebas incriminatorias. Y sólo cuando su nuevo club le exigió una rectificación, el delantero pidió perdón y prometió que no lo volvería a hacer, que no mordería a un rival por cuarta vez.

     Es probable que Luis Suárez esté un poco sonado de la cabeza. Durante un tiempo, sin embargo, nos pareció que el uso de los colmillos era una estrategia más de potrero, de futbolista de barrio: una mordida disimulada enfada y descoloca al rival durante medio segundo, y en medio segundo un nueve como Luis Suárez te puede meter dos goles. Si eliminamos el componente del daño físico, la acción Súarez-Chiellini no se diferencia demasiado de aquel viejo truco de jugador de baloncesto bajito y  mediocre: agarras como con descuido la calzona del rival, justo antes de que empiece a saltar, y le arrebatas el rebote aprovechando que baja los brazos en acto reflejo para no acabar en paños menores.

     También es posible que Luis Suárez no sea el hombre más avispado del universo, porque manda narices hacer esa estupidez en un Uruguay-Italia de Copa del Mundo, con todos los objetivos del planeta registrando cada mueca de cada protagonista.
     Es igual, no importa: Luis Suárez sigue siendo un ser humano, y no uno de los peores. Y como es humano, le asisten unos cuantos derechos que se hace preciso recordar: nadie puede atentar contra su vida, nadie contra su libertad; trabajará donde lo contraten, y ningún gerifalte lo impedirá.
     El ciudadano medio no comprende la diferencia entre la justicia deportiva y la jurisdiccional: la primera es una ficción, la segunda es real; la primera entiende estrictamente del ámbito deportivo, la segunda de todo lo que los poderes públicos le quieran encomendar; la primera está supeditada a la segunda; la primera no puede entrar en materias que pertenecen a la segunda. La maldita justicia deportiva no puede encarcelar, discriminar o privar de un derecho fundamental.
     FIFA no puede prohibir que Luis Suárez vaya a trabajar. Semejante aberración sólo cabe en la cabeza enferma de quien maneja una organización que se cree por encima del bien y del mal. En Europa existen (todavía) unos derechos, y ni FIFA ni nadie los puede conculcar.
     FIFA sí puede sancionar a Luis Suárez sin jugar. Al fin y al cabo, el fútbol es su negocio, su monopolio universal. Pero sólo un tribunal español es competente para impedir, si el delito juzgado lo requiere, que un individuo se mueva con libertad, que lo contrate quien lo quiera contratar, que le paguen lo que le quieran pagar por hacer lo que empleador y empleado acuerden en condiciones de igualdad, que gane dinero con honradez y que cumpla su horario de trabajo yendo como dios manda a entrenar. Porque, si no le dejan entrenar, le estarán arrebatando una libertad esencial.

     El caso es que en Barcelona, en pleno siglo XXI, hay ahora mismo un chico (multimillonario, incluso) que no puede levantarse de la cama e ir a trabajar. No le dejan, no se sabe muy bien quién ni con qué legitimidad. Ningún juez se lo ha prohibido, en realidad, porque nadie lo ha denunciado y ningún fiscal lo ha acusado. Está privado de un derecho fundamental sin haber cometido delito alguno.

     Si esto se lo hacen a un privilegiado, qué no nos harán a los demás.

     A veces nos ponemos muy pesados con los derechos humanos. Será que nos da miedo la facilidad cada vez mayor con la que algunos se los pasan por el forro de los cojones.

     José Saramago afirmó que todo lo que necesita el hombre está escrito en un papel: el de la Declaración Universal.



Escribe para 'El Chut': Sergio M. Gutiérrez

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