--> El Valencia es especialista en encontrar problemas, incluso cuando no los busca. Es una realidad que está tan arraigada a su historia como el escudo. Si las cosas funcionan en lo deportivo, habitualmente ha sido la vertiente institucional la encargada de enredar. Pocas veces ha sucedido a la inversa. Si de repente llega un momento donde todo converge en una dirección positiva como la actual, ya sucederá cualquier contingencia que alterará ese momento de felicidad. En este caso, el punto de discordia con buena parte de sus aficionados ha llegado con la prohibición del club a la ‘Curva Nord’ de realizar un tifo con imágenes de la ciudad, que incluían referencias a la virgen de los Desamparados, la patrona de la ciudad. Con la Iglesia hemos topado.
Un artículo de Jorge Segura (@joseguraclara).Seguir a @jseguraclara
El tifo de la discordia. |
España es un país aconfesional.
No lo digo yo, lo proclama la Constitución de 1978, esa que muchos no quieren
modificar lo más mínimo por temor a provocar un desequilibrio en la estabilidad
lograda tras la dictadura franquista. Esa calificación del Estado básicamente respeta
(o debería) cualquier convicción religiosa y la tendencia tendría que ser a
igualarlas. La realidad social es otra. La mayoría de ciudadanos son creyentes
católicos y las fiestas de casi todos los pueblos, grandes y pequeños, vienen
marcadas por el antiguo santoral. Pese a la aconfesionalidad legal, se da por
entendido, casi ni se discute. Yo mismo, que unos días creo y otros no, celebro
la Navidad o la Semana Santa y animo a mis hijos a hacerlo, pese a no estar
bautizados ni educados diariamente en ninguna religión. De hecho el Valencia,
como institución, jamás en su historia democrática había llegado a plantearse
esta situación. Digo democrática porque es evidente que durante los 40 años de
dictadura era impensable oponerse a cualquier directriz de la iglesia católica
española.
Mestalla, como el estadio Ciudad de Valencia del Levante, tiene una capilla propia en sus instalaciones. La valencianista se encuentra en el acceso al mismo túnel de vestuarios de salida al campo de juego. Es la única.Quiero decir que no hay otro recinto dedicado a la oración. Da igual si son musulmanes, budistas, protestantes o testigos de Jehová, quienes quieran dedicar unos minutos a sus meditaciones. El club a inicios de cada temporada realiza una ofrenda floral a la virgen de los Desamparados en la catedral. Tradicionalmente. Y creo que aquí está la clave del debate y la decisión de los nuevos dirigente valencianistas a la hora de prohibir esta manifestación popular que incluía una vertiente religiosa.
Tradición no equivale a hacer bien las cosas. No debe al menos. Las costumbres de la mayoría siempre que sean legales y respetuosas, deben ser igualmente respetadas por el resto. Pero la mayoría debe aprender también a aceptar las minorías y una gran institución tiene la obligación de plantearse la idoneidad de ceder su imagen a según qué actos. Más aún si son tan fervientes y a veces extremas como las religiosas o políticas.
Hay que felicitar a los nuevos
dueños por habérselo planteado y reconocerles el legítimo derecho a hacerlo.
Más aún como institución privada. Y no porque pertenezca a unas personas en
concreto sino porque en esa creencia (un tanto idílica ya) de que el club
siempre será de sus aficionados, a muchísimos se les olvida que eso incluye
también a los que no sienten o piensan como ellos. Sean de izquierdas o
derechas, creyentes o ateos.
Durante años esto no ha sido así.
No sé los motivos, pero pueden intuirse. No cambiar las cosas por temor a que
nadie se ofenda, puede ser una. Porque quienes mandaban en su organización
tenían esas mismas creencias y ni se lo planteaban, puede ser otra. Ahora
alguien cree conveniente variar ese inmovilismo. Y lo aplaudo. No sólo porque
el Valencia tenga seguidores por todo el mundo que profesen otras creencias
totalmente diferentes y que no se vean representados en ese tipo de
manifestaciones. Ni siquiera por los miles también nacidos en la ciudad y a los
que les suceda lo mismo. Básicamente lo aplaudo porque un club donde se reúnen
tantas variedades en todos los ámbitos vitales, no puede ser plataforma ni
escaparate para reivindicaciones masivas de cualquier tipo. Por muy
tradicionales que sean. No vaya a ser que algún día y salvando muchas
distancias, unos cuantos consideren que por llevar 30 años gobernando en
Valencia, Rita Barberá será un elemento tradicional más, le quieran dedicar un
mosaico y celebrarlo al grito del ya famoso “caloret”.
Escribe para 'El Chut': Jorge Segura (@jseguraclara)
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Me parece interesantísimo el artículo, Jorge.
ResponderEliminarYo no tengo tan claro que se deban prohibir estas cosas. El mensaje, aunque está en los antípodas de mi manera de ver el mundo, no me resulta ofensivo.
De hecho, me gusta que la gente se exprese políticamente en todos los ámbitos. Y creo que sólo se deben prohibir las expresiones políticas (o religiosas) que se hallen fuera de lugar.
Por ejemplo: hoy mismo leía que Antiviolencia exige a los organizadores de la Copa del Rey de baloncesto que impidan futuras pitadas al himno nacional. Con perdón: reivindico mi derecho a pitar a mi rey, mi himno, mi bandera y a mi mismísimo papa.
Porque mostrar desacuerdo no es faltar al respeto. Y expresar las propias creencias no es negar las de los demás.
He dicho. :-)
Salud.