--> Viajar en el tiempo. El viejo anhelo del ser humano. Retroceder a otras épocas, avanzar hacia el futuro. Impensable para algunos, irrealizable por el momento, quién sabe si en el futuro. Origen de cuentos, historias, libros, canciones y películas. Tanto como la posibilidad de detenerlo. Por ahora también ciencia ficción. Aunque quizás el arte se ha acercado más a esa posibilidad de congelar un instante y traducirlo, por ejemplo, en un lienzo. Puede que el fútbol se haya acercado a su manera. Al menos sí he visto a jugadores con capacidad para dibujarlo por una fracción de segundo.
Un artículo de Jorge Segura (@jseguraclara)Seguir a @jseguraclara
Andrés Iniesta. |
No son demasiados los que tienen la habilidad, seguramente innata, de apretar el botón de pausa. La sensación que me dejó no estuvo muy alejada de aquella escena de la película 'Evasión o Victoria' (John Huston, 1981), en la que un Pelé disfrazado de actor hace una preciosa chilena. Huston, el director, a través de los ojos de Max von Sydow (comandante alemán) detiene el momento, acompañándolo de diversas repeticiones desde varios ángulos y con una música como único acompañamiento. Difícil transmitirlo mejor.
Parar asíduamente y de alguna forma metafísica ese tiempo futbolístico ya no está al alcance de tantos. En estos años sólo unos pocos me lo han parecido. No en vivo, pero sí los videos me dejaron los ejemplos suficientes en Di Stefano o Pelé. Aquellos taconazos de Alfredo, ese sombrero del brasileño a Suecia en 1958 o su remate de cabeza en la final del Mundial de 1970, suspendido en el aire pareció detenerse. Añádanle a Cruyff. Arrancaba, paraba, arrancaba, paraba, el holandés parecía jugar con el crono...
A Maradona ya se lo vi sin necesidad de tirar mano de videotecas. Su gol en el Bernabéu, quebrando a Agustín y San José antes de embocar. Su frenazo antes de batir la portería inglesa en el estadio Azteca... y unos cuentos más. Quizás los cuatros son considerados los más grandes porque tenían el don de parar cuando todos aceleran.
De finales del siglo XX a esta parte han habido genios como Zidane o Messi, dignos herederos de los anteriores pero, para mí, no por esa virtud. Esa se la veo últimamente solo a Andrés Iniesta. Lo hizo primorosamente en el estadio Rey Balduino ante Bélgica (busquenla, octubre de 2008) y lo bordó históricamente en Johannesburgo en 2010. Por no seguir, volvió a parar el reloj hace unos días frente al PSG. Agarró el balón en el centro del campo, se deshizo con regates y cambios de ritmo de tres rivales y, cuando lo fácil era chutar con violencia y acelerar, él paró el tiempo y deslizó una suave asistencia para el gol de Neymar. Quién sabe si el carácter manchego, puede que la tranquilidad del genio. El genio del tiempo.
A mis 40 he presenciado a unos cuantos lograrlo puntualmente. A Mendieta se lo vi hacer en La Cartuja, en 1999, con el primer gol del Valencia que arrasó al Atlético de Madrid en aquella memorable final de Copa. Toque de espaldas, sombrero y volea a la red.Si cierro los ojos soy capaz de revivirlo sin necesidad de imagen alguna. Unos años antes me sucedió con aquel prodigioso empalme de Marco Van Basten, en 1988, con Holanda en la final de la Eurocopa que ganaron a la URSS.
Parar asíduamente y de alguna forma metafísica ese tiempo futbolístico ya no está al alcance de tantos. En estos años sólo unos pocos me lo han parecido. No en vivo, pero sí los videos me dejaron los ejemplos suficientes en Di Stefano o Pelé. Aquellos taconazos de Alfredo, ese sombrero del brasileño a Suecia en 1958 o su remate de cabeza en la final del Mundial de 1970, suspendido en el aire pareció detenerse. Añádanle a Cruyff. Arrancaba, paraba, arrancaba, paraba, el holandés parecía jugar con el crono...
A Maradona ya se lo vi sin necesidad de tirar mano de videotecas. Su gol en el Bernabéu, quebrando a Agustín y San José antes de embocar. Su frenazo antes de batir la portería inglesa en el estadio Azteca... y unos cuentos más. Quizás los cuatros son considerados los más grandes porque tenían el don de parar cuando todos aceleran.
De finales del siglo XX a esta parte han habido genios como Zidane o Messi, dignos herederos de los anteriores pero, para mí, no por esa virtud. Esa se la veo últimamente solo a Andrés Iniesta. Lo hizo primorosamente en el estadio Rey Balduino ante Bélgica (busquenla, octubre de 2008) y lo bordó históricamente en Johannesburgo en 2010. Por no seguir, volvió a parar el reloj hace unos días frente al PSG. Agarró el balón en el centro del campo, se deshizo con regates y cambios de ritmo de tres rivales y, cuando lo fácil era chutar con violencia y acelerar, él paró el tiempo y deslizó una suave asistencia para el gol de Neymar. Quién sabe si el carácter manchego, puede que la tranquilidad del genio. El genio del tiempo.
Escribe para 'El Chut': Jorge Segura (@jseguraclara)
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