--> El habitualmente sabio refranero español cuenta que “uno no es de donde nace sino de donde pace”. Imagino que muchos estarán de acuerdo con la afirmación. Personalmente no me reconozco en ella, al menos no definitivamente. Puede que más aún después de aquellos terribles terremotos del 11 de mayo de 2011. Me explicaré. Siempre he sentido que mi ciudad es Valencia. Desde niño me atrajo y desde niño decidí que aquí quería vivir. Lo conseguí y lo encontré prácticamente todo. En lo bueno y también en lo menos. Pero jamás he dejado de sentirme lorquino. Necesito volver cada año, respirar sus olores, caminar sus calles, ver sus colores y envolverme en su gente. Mi gente.
Un artículo de Jorge Segura (@jseguraclara).Seguir a @jseguraclara
Fortaleza del Sol, Lorca. Foto: Luiyo. |
Desde hace casi tres años
no es lo mismo. Seguramente para muchos de los que viven cada día en
Lorca, las sensaciones que transmite la cotidianeidad son diferentes.
Para los que nacimos, crecimos y vivimos en ella pero ahora estamos
lejos, la percepción es diferente. Se siente una ciudad más triste,
menos luminosa, más gris, como si hubiese perdido ese maravilloso
apelativo de Ciudad del Sol.
Los solares, las obras,
las grúas, el polvo… ese que parece no marcharse nunca, el que en
algunas calles no te deja respirar. Cómo notas que le cuesta
respirar a mucha gente cuando escucha un ruido más alto de lo
normal, un movimiento más brusco de lo habitual. Porque percibes que
los lorquinos que viven en Lorca ya no escuchan los ruidos como tú y
no sienten los movimientos del suelo como tú. A veces incluso te
sientes culpable por no haber estado aquel día allí, para sentir el
desconcierto, el miedo… porque por mucho que pretendas ponerte en
situación, eso es imposible.
Quizás por todas esas sensaciones que tienes cuando regresas a Lorca, encontrar resquicios a la alegría mantienen viva la esperanza.
Hace un par de semanas yo
encontré uno de ellos en el circuito Ricardo Tormo de Cheste. Por
allí andaba, muy rápido, un chaval de La Campana, una de las
pedanías de Lorca. Tan rápido que puede que gane más de una
carrera en el Mundial de motociclismo de este año. Juanfran Guevara.
Ver la ilusión en sus ojos y escucharla en ese ‘acentico’ tan
nuestro me recordó la cantidad de alegrías que se pueden encontrar
allí. Y lo imaginé en el podio de ese mismo circuito dentro de unos
meses con su bandera de apoyo a Lorca.
Sólo unos días después,
apareció en algunos medios Úrsula Ruíz para demostrar que nadie
lanza tan lejos como ella en este país. La volví a imaginar en los
Juegos Olímpicos de Londres, su primera participación, y entonces
también la imaginé en el podio de alguna otra gran competición
internacional.
Por si la autoestima me
faltara, el sábado aparecieron los chicos de La Hoya-Lorca para
recordarme que nadie juega como ellos al fútbol en Segunda B. La
mayoría les recordará por esa fea camiseta de brócoli estampado,
yo siempre lo haré por las alegrías que le dan a muchos de mis
familiares, amigos o desconocidos cada fin de semana. Y entonces les
imaginé la temporada que viene en Segunda División y pensé que con
ellos también todo es posible.
Claro que puestos a
imaginar, prefiero imaginar que pronto los institutos y colegios
estarán pronto acabados para que los niños puedan volver a su
normalidad. Que los solares nunca más volverán a estar vacíos. Que
la gente ya no tendrá miedo cuando sienta un movimiento raro bajo
los pies. Y que todos podrán disfrutar de esos chicos del deporte
que tantas alegrías dan. Porque sin tranquilidad, disfrutar del
deporte es difícil de imaginar.
Escribe para 'El Chut': Jorge Segura (@jseguraclara)
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