--> Se suele hablar mucho de la importancia de la experiencia en fases finales, Juegos Olímpicos, Mundiales y demás. También, por otra parte, se comenta bastante que un factor muy a tener en cuenta es la ilusión por llegar al éxito. Pero en ambas hay un componente psicológico muy importante. ¿Seguirá Michael Essien preguntándose por qué falló en el despeje ante el Barcelona, que dio a la postre con el gol de Iniesta y el comienzo de un hito histórico? ¿Qué le llevó a lanzar la pierna al aire en vez de golpear al balón? Probablemente, en los últimos minutos de un partido que decide llevarte a la final, pensar no es la primera opción. Y ahí vino el error. Por no poder controlar la carga emocional.
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Essien anotó un gran gol contra el Barça en semifinales de la Liga de Campeones. |
Hay
deportistas que son capaces de controlar su carga emocional, por su
personalidad, por su facilidad para imbuirse en unos mismos, por
tener un arraigo profundo del juego, por haber perdido muchas veces
y saber dónde están.
Cuenta
Eduard Punset en uno de sus libros que cuando Tejero irrumpe en el
Congreso de los Diputados arma en mano y disparando al techo (Punset
estaba en el Congreso ese día), solo tres personas no se escondieron
tras sus butacas: Gutiérrez Mellado, Suárez y Carrillo. Continúa
Punset diciendo que sus experiencias previas les habían hecho ser
capaces de resistir sin asustarse. Y es que la experiencia vale, y
mucho.
Muhammad
Alí sabía mucho de eso cuando George Foreman castigaba una y otra
vez su cuerpo en Kinshasa. Él sabía que se enfrentaba a una hora de
golpes sin posibilidad de escape, pero no le tembló el pulso. Se
había visto cara a cara con el desprecio de su país que lo
encarceló, con Frazier, que pegaba tan duro y honesto como el que
más, con Sonny Liston al que destrozó sin miramientos.
Mucho
sabe de esto también Mark Spitz, que se ausentaba de la compañía
de sus amigos antes de una final para concentrarse en focalizar sus
energías y solo diez minutos después volvía convencido de lo que
tenía que hacer.
Y cómo
no, Michael Jordan dominaba este territorio. Nunca nadie estuvo tan
seguro de hacer lo que tenía que hacer. Por eso, cuando robó el
balón a Karl Malone, miró el tiempo y vio que tenía veinte
segundos para ganar su sexto anillo, toda Utah sabía lo que iba a
pasar, porque ya lo habían visto otras veces.
O
Haille Gebreselassie en la final de los 10.000 en Sidney venciendo a
Paul Tergat al sprint. Igual que Roger Federer conteniendo la
respiración ante Robin Soderling para ganar su primer Roland Garros.
O Rafael Nadal, tras su aprendizaje frente a Federer en Wimbledon
para asestar golpes psicológicos a sus rivales nada más pisar la
cancha.
Pero
todos los aficionados al Fútbol recordamos dos momentos claves: El
penalty que falló Djukic y la final de Champions League Bayern de
Múnich-Manchester United. La cara de Djukic, tomando aire antes de
su lanzamiento forma parte de la historia del deporte español. Y
qué decir del miedo que atenazó a los alemanes por primera vez en
su historia cuando perdieron una Champions en dos minutos,
paralizados del terror. El mismo terror que sufrió el Valencia años
después en la tanda de penaltis ante Oliver Kahn. Algo parecido a
lo que sentía España hasta que Cesc anotó el gol frente a Italia
en la Euro 2008. Lo que sentía Robben frente a Casillas en
Sudáfrica, que se desquitó traspasando ese miedo a Subotic y
Hummels, incapaces de defender un pase de cuarenta metros.
Dicen
que apostar por los jóvenes es importante a la hora de afrontar
retos. No miren edad, miren por qué situaciones han pasado los
deportistas. Eso dará la verdadera medida de su abnegación por
lograr las más altas cotas.
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