"" Lo que Mandela comprendió y usted todavía no ~ El Chut <br> Expertos deportivos

"Que quien se calla cuanto me callé
no se podrá morir sin decirlo todo.".

José Saramago.

06 diciembre 2013

Lo que Mandela comprendió y usted todavía no

--> Se nos había muerto tantas veces que creíamos que no nos quedarían lágrimas para llorarlo. Pero Nelson Mandela despertaba los mejores sentimientos del ser humano, si es cierto que el ser humano posee aún tales sentimientos y no se ha convertido en una máquina irreversible de competir y rentabilizar. Esta vez, Madiba se nos ha muerto de verdad. Ya no está, pero aún existe. Con un poco de cuidado por parte de todos, Mandela siempre existirá.

Un artículo de Sergio M. Gutiérrez.

Mandela entrega el trofeo Webb Ellis a Francois Pienaar, capitán de la selección sudafricana de rugby.

     Es probable que a estas alturas usted haya leído demasiados panegíricos y le dé pereza aburrirse con éste. No tema, que un servidor se ha propuesto ser tan políticamente incorrecto como le permita su propia honestidad. Nelson Mandela fue, antes que nada, un gran manipulador de masas; la antítesis de Hitler, han llegado a afirmar sus hagiógrafos. Y puede que en efecto lo fuera, aunque sus respectivas capacidades para comprender el comportamiento de las masas apenas se diferenciaran.

     Mandela llegó a Barcelona en 1992 como un novato, pues aún no había podido asistir a grandes eventos deportivos. Su excarcelación se había producido poco más de dos años antes, y a aquellas alturas de su vida Madiba probablemente concebía el deporte sólo como una herramienta, la que lo había ayudado a mantenerse en forma durante 27 años de presidio, la que le permitió volver a pisar la calle en libertad con espléndida salud y no como un anciano en busca de retiro. Gracias en gran parte a la actividad física autoimpuesta, Nelson Mandela pudo refundar su país y dar una lección de cambio social a la humanidad.

     En los Juegos Olímpicos de Barcelona, Mandela asimiló el poder transformador del deporte de masas.
     Afirma el lugar común que el deporte es bueno, que sus valores educan, que contribuyen a generar una sociedad mejor, solidaria, adulta, bien estructurada. No hay mayor mentira entre las mentiras que ésa. El deporte de competición, particularmente el deporte de masas, no es más que una manifestación colectiva, en muchos casos irracional como irracionales y peligrosas suelen ser las masas.
     El deporte de competición, sin ir más lejos, está organizado en federaciones nacionales; por tanto, enfrenta banderas, refuerza fronteras, divide más de lo que une, separa, remarca las diferencias antes que las similitudes. El deporte fomenta el nacionalismo, el odio al que es diferente: yo soy el bueno, tú eres el malo, y te lo vamos a demostrar, te vamos a derrotar, te vamos a dar para el pelo.

     Grancanarios contra tinerfeños, periquitos contra culés, yo a este lado y tú al otro del Manzanares, quién es bético y quién sevillista, Vigo contra A Coruña, España contra Portugal. Hay que ganar a esos franceses, argentinos o brasileños, nigerianos contra nigerinos, o malienses, o cameruneses, vaya usted a saber si de la misma etnia o de etnias diferentes. Nada me produce más tristeza, querido lector, que una Copa de África de Naciones: sólo recuerde cómo se crearon esas fronteras nefastas, cómo se sostienen, a quién favorecen y a quién arruinan la vida.

     Estoy exagerando un poco, por supuesto. Lo hago sólo para que usted me entienda, para que se dé cuenta de la enorme milonga que nos han contado: el deporte une, dicen. Unirá a los suyos, a los que son como usted, pero a los demás que les den por donde más les duela.

     Mandela llegó a Barcelona. Y observó. Y se dio cuenta de que el deporte de masas no era ni bueno ni malo, sino todo lo contrario. Y lo utilizó para refundar un país: negros y blancos unidos, apoyando a los Springboks, un equipo de blancos en un deporte de blancos, un equipo que sin embargo representa desde entonces también a los negros por arte de birlibirloque.

     Mandela comprendió que las masas son estúpidas. Que el deporte canaliza la voluntad colectiva. Y que su bondad o maldad depende de las manos que lo manipulen.


Escribe para 'El Chut': Sergio M. Gutiérrez (@sergiomguti)

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