--> Si me permiten, les confesaré algo. Soy celtista desde que nací, me enseñaron a mamar el azul cielo de nuestra camiseta, el “díxolle o sobriño o tío, se gañamolo domingo fágoche socio de río (nombre de una grada del coliseo vigués)”, “le dijo el sobrino al tío, si ganamos el domingo te hago socio de río”, y hasta digamos que tengo un coche marca Citroen en honor al patrocinador (y principal motor de la ciudad).
Un artículo de Diego García (@diegoelchut)Seguir a @diegoelchut
Pepe Mel, durante un partido del Real Betis. |
También me enseñaron las filias y las fobias.
Los amores y los odios. Una visita del Gijón era poco menos que una fiesta, ya
saben el refrán, gallegos y asturianos primos hermanos. Algo parecido pasaba
con el Athletic de Bilbao. Por otro lado uno debía odiar al Deportivo, y sobre todo al
Betis. Algo no encajaba en mi mente juvenil y amante al fútbol. Porque hubo años
en los que adoraba estar frente al televisor viendo a estos dos equipos. Sobre
todo al Betis. Pero no a uno cualquiera, sino al Betis de Pepe Mel.
Pepe Mel llegó al Betis en el 1989. Durante cuatro años defendió la
zamarra verdiblanca con orgullo y pasión. Esta etapa le sirvió para empaparse
de lo que era el beticismo, y el Betis. En el año 2010 ya llegó como
entrenador. Cogió al equipo en la Segunda División española y logró el ascenso
como campeón. Su primer año en la máxima categoría no acabó del todo mal, ya
que el objetivo primordial, eludir el descenso, se consiguió a tres jornadas
del final. Así se llega a la 12/13.
El Betis ya sabía a lo que jugaba. Corrían todos, peleaban todos, y
como mucho un solo jugador tenía la potestad de jugar andando, con calma, y
éste jugador era Beñat. El vasco era la extensión de Mel en el campo. Él jugaba
y hacía jugar. Con el balón en los pies de Beñat, Campbell y Pabón volaban
desde las alas en largos desmarques. Rubén Castro y Molina tenían un asistente
de lujo. Y el ahora jugador del Athletic tenía en la medular a un auténtico
todoterreno que se encargaba de labores defensivas como era Cañas. Ahora es el
Swansea quien lo disfruta. Adrián jugó gran parte de la temporada defendiendo
la portería, y la línea de cuatro la formaban Amaya y Paulao, escoltados en las
bandas por Nacho y Chica. Ese Betis jugaba realmente bien. Prometía
espectáculo, diversión, y para más inri, casi siempre
ganaba.
¿Qué pasó entonces, para que sólo un año después sea el colista de la
Liga, y se haya cesado a su entrenador? Primero, que el fútbol no entiende de
méritos, y sí de números. Mel debería decidir cuándo irse, se lo había ganado
con su trabajo… Pero ya saben cómo funciona del balompié. Pasó que el Betis
necesitaba vender. Pasó que su medio campo se fue al garete. Beñat acabó en
Bilbao, Cañas cogió el avión y se fue hasta Gales, Pabón arribó en Valencia y
Campell se fue al Olympiakos Piraeus (Grecia). Pasó que Rubén Castro se lesionó
y sus goles no encontraron sustituto que los marcara.
Pasó que hay clubes en los cuales el entrenador es más que los que mandan. Pasó con Guardiola en Barcelona, con Schaaf (antiguo entrenador del Werder Bremen, historia viva del club), pasó también con Ferguson y pasará con Wenger. Son los románticos que quedan. Los que aún persisten, que duren. Por el bien del fútbol.
En definitiva, pasó lo que nunca tendría que haber pasado. Pepe Mel fue
declarado culpable ante la opinión pública, con toda una afición que recela de
su directiva. Para el público el culpable está en la grada. Para la directiva,
el responsable está en su casa, buscando trabajo. Seguro que propuestas no le
faltan, y allá adonde vaya se divertirán. Y si es en el extranjero, no dudo que
llamarán locos a esos españoles que no lo valoraron.
Pepe, poco tardarás en entrenar a otros jugadores, en alegrarnos las
tardes y en volver a sonreír.
Escribe para 'El Chut': @diegoelchut
Seguir a @diegoelchut
Pinche aquí para consultar otros artículos de Diego García.
Comparte este artículo:
0 comentarios:
Publicar un comentario