"" El creador del 'dufnering' ~ El Chut <br> Expertos deportivos

"Que quien se calla cuanto me callé
no se podrá morir sin decirlo todo.".

José Saramago.

13 agosto 2013

El creador del 'dufnering'

--> Es un tío tranquilo, quizá demasiado. Más famoso por su postura derrengada (por sus famosos e inapropiados "dufnerings") que por su enorme calidad golfística, Jason Dufner se ha consagrado en el campo de Oak Hill como ganador de Majors. Cuenta 36 años y apenas se sabía de él hasta que en 2012 vivió un verano frenético: ganó dos torneos del circuito PGA y contrajo matrimonio. Y además lo cazaron haciéndose un "dufnering" en alguna que otra ocasión, tirado en el suelo de cualquier manera en un acto público, las piernas estiradas y los hombros caídos, abiertos los ojos pese a la modorra evidente del resto de sus facciones. Una estampa más propia de humorista algo fantoche que de estrella del deporte.

Un artículo de El Chut.

Jason Dufner, ganador del PGA Championship 2013.



Jason Dufner (-10) ha ganado el PGA Championship de 2013 con dos golpes de ventaja sobre Jim Furyk. El norteamericano de 36 años, de este modo, deja de ser el entrañable peluche gigante que además juega al golf de fábula, para ser el entrañable peluche gigante que juega al golf de fábula y que, además, es capaz de ganar un Grande. Como parece obvio, el matiz tiene su importancia y profundidad.
Ya era un excelente jugador antes de alzar el trofeo Wanamaker, pero esta nueva dimensión es definitiva. Lo es, hasta el punto de que a partir de ahora el concepto de 'hacerse un dufnering' debiera significar algo más que desparramarse por el suelo como un saco de patatas. Hacerse un dufnering es desde este domingo de agosto algo mucho más serio.

Por ejemplo: salir a jugar la ronda definitiva de un Grande en el partido estelar y a dos golpes del líder, y ahogar a éste y al resto de candidatos con un juego sin fisuras, una estrategia perfecta y algo más que destellos de excelencia: se dejaba hasta tres birdies literalmente dados en los hoyos 6, 8 y 16. Es cierto que finalizaba con dos bogeys, y que el putt de par de un metro que fallaba en el 17 volvía a dejarnos al descubierto su punto flaco (precisamente esos putts cortos en los que se bloquea más de la cuenta), pero en aquellos momentos ya tenía bajo control el torneo.
Ni los amagos de Stenson ni la aparente solidez de Furyk minaron su determinación. Había decidido hace dos años en Atlanta, cuando dejó escapar la victoria en aquel PGA, que aquello no marcaría su destino. Dicho y hecho. Como si fuera tan sencillo.
Al fin, Dufner embocó el putt decisivo, cerró tímidamente los dos puños y se mordió el labio inferior alzando levemente la vista, sin llegar a mirar al cielo.  En este sencillo ritual consistió su espontánea celebración, la primera. Después se abrazó a Amanda, su mujer, a la que dedicó algo así como una sonrisa y a la que invitó a salir del green con dos cariñosas y castas palmadas en el culo. Nada especial, a pesar de la chanza que se organizó en la grada del 18 del recorrido Este de Oak Hill. Todo lo contrario: hizo lo mismo que hubiera hecho en el porche de su casa un atardecer cualquiera. Porque detrás de ese perfil absolutamente introvertido se esconde en realidad un tipo natural que masca y escupe tabaco como hacía su abuelo...
No es casualidad que sea un icono en estos tiempos de crisis. Porque a alguien con las hechuras de Dufner te lo podrías encontrar en la cola del paro. En el mostrador de una gasolinera. Empujando una de esas hileras interminables de carritos portamaletas en un aeropuerto. De reponedor en una gran superficie comercial. También podría ser un músico o un escritor bohemio, el dueño de una discoteca hortera o el actor secundario de una insufrible película de gamberretes universitarios americanos. Hasta podría pasar por un genio informático a quien, según cuenta la leyenda, Bill Gates exprimió y robó sus ideas...
En tiempos como los actuales nos apegamos a los tipos aparentemente normales y honestos. El glamour, las intrigas y las medias verdades nos cargan un poquito más.Y a Jason Dufner se lo puede uno imaginar en muchas situaciones, tal y como ha quedado demostrado, pero no susurrando al oído de una septuagenaria que invierta sus ahorros en Preferentes.
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     Jason Dufner es un golfista brillante pero algo inconstante, de los que te hacen un vuelta sobresaliente un día para desconectar el siguiente. Siempre ha transmitido la sensación de que, con un poco más de trabajo, con algo más de mentalidad, estaría instalado permanentemente entre los cinco primeros de la clasificación mundial. Pero su talento, algo lastrado por la laxitud de su carácter, fluye libre cuando menos se lo espera. Y así Dufner explota en Nueva York para ganar su primer Major sólo dos años después de haberse quedado muy cerca, también en un PGA Championship, entonces frente a Keegan Bradley y no frente al experimentado Jim Furyk.  
     Pero Dufner no teme a nadie. Ni una sola mueca en el campo, ni un gesto de desaprobación o furor. Sin padecer ni sentir. 
     A Dufner no le tembló el pulso durante toda la ronda final. Atravesó el ecuador con dos golpes de renta sobre Furyk, mientras que el australiano Adam Scott y el sueco Henrik Stenson, los más cercanos en la pizarra, se mostraban incapaces de echar las redes sobre el dúo de norteamericanos.

     A partir de este domingo, Jason Dufner será antes golfista que personaje cómico. Ha entrado por fin en la elite, en la historia del golf. ¿Que no saben lo que es un 'dufnering'? Búsquenlo en Internet: echarán unas risas.


Escribe para 'El Chut': @elchutpuntocom



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