--> Días como el del anuncio del abandono de Tito tienen tal carga de emotividad que provocan la reflexión colectiva sobre los valores, el respeto y la generosidad. La buena noticia es que cuando alguien declara públicamente padecer una dura enfermedad, la unanimidad en la aflicción, real o fingida, es unánime. La mala noticia es que los buenos deseos son efímeros. Como la vida misma.
Un artículo de Luis Jiménez (@lujimmix).Luis Jiménez es periodista y comentarista de Eurosport.
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Tito Vilanova, en una rueda de prensa. Foto: soccerhonduras. |
Quien haya perdido a un
ser querido sabe que la línea que separa la capacidad de distinguir
entre lo importante y lo imprescindible es muy delgada. Es habitual
escuchar que las ausencias te hacen valorar cosas como una
buena salud o el poder estar junto a los tuyos, dejando al margen
inquietudes puntuales como una mala racha laboral, rencillas con un
compañero de trabajo al que no soportas, discusiones con la vecina
de arriba por andar con tacones a las tres de la mañana o que mañana
tienes que llevar el coche al taller y no sabes cómo vas a pagar la
factura. Pasado el primer impacto de la noticia, la propia vida te
va volviendo a situar en esos lugares comunes en los que esas
pequeñas cosas volverán a amargarte la existencia, cabrearte,
hacerte sonreír y, en definitiva, a recuperar la vida cotidiana. El
mazazo de Tito Vilanova no va a ser una excepción.
Como en cualquier
situación traumática, el primer escalón es el de la perplejidad.
No creerse lo que escuchas entrando en una especie de estado
de shock. No por temido, incluso esperado, el efecto de la noticia es
devastador. El segundo estadio pasa por la negación de lo sucedido,
iniciando un duro camino hasta que, por fin, se acepta la realidad.
Una vez digerido el golpe, procesada la mala noticia y asumida como
inevitable, se pasa a la fase de afrontar la realidad de la ausencia,
en este caso, la enfermedad del entrenador del FC Barcelona. Si algo
bueno tiene este particular mundo que es el fútbol, la rapidez con
la que se devoran los acontecimientos jugará a favor de la asunción
natural de la noticia, acelerando hasta el máximo todos los
procesos. La máquina no puede detenerse por nada ni por nadie,
volverá a salir el sol, el equipo a entrenar, se buscará con
urgencia a un nuevo entrenador y llegará el primer amistoso, la
primera gira y el primer partido oficial. En tiempo récord. Y nadie
se olvidará de Tito, por supuesto que no, pero la vorágine y la
velocidad con la que esta máquina imparable se mueve hará que el
impacto sea cada vez más leve, la asunción más rápida y el
proceso más digerible.
Llámenme ingenuo, pero
a veces me sigue sorprendiendo la condición humana en situaciones
tan dramáticas como ésta que acabamos de vivir con la recaída de
Vilanova. Leer los respetuosos buenos deseos de ciertos
personajes habituales en las redes sociales, que horas antes no
hubieran dudado en insultar, calumniar, ofender y desear lo peor al
rival deportivo, no dejan de provocar mi asombro. Seguramente forma
parte de nuestros genes pero, qué quieren que les diga, me sigue
chirriando la hipocresía. Especialmente en días como el del anuncio del abandono de Tito.
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Luis Jiménez es periodista y comentarista de Eurosport.
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