--> Quique Sánchez Flores solía repetir constantemente en sus comparecencias ante los medios de comunicación esta frase: “La fuerza del lobo es la manada”. La sentencia no es, evidentemente, del entrenador madrileño. La ocurrencia hay que atribuírsela al escritor Rudyard Kipling en su ‘Libro de la Selva’ y, además, Quique aprovechaba sólo una parte de la misma, que se iniciaba con “la fuerza de la manada es el lobo”.
Un artículo de Jorge Segura (@jseguraclara).Seguir a @jseguraclara
Miroslav Djukic, entrenador del Valencia C.F. |
No sé si Sánchez Flores obviaba esa primera
parte conscientemente, pero siento que tanta importancia tiene una como la
otra. Es poco probable que un individuo alcance el éxito sin el apoyo de
aquellos que conforman su grupo, pero si ese grupo no tiene un líder que les
guíe tampoco se realizará como tal. Son cuestiones que se retroalimentan.
Sea como fuere, Quique repitió tanto aquella
idea (también le gustaba verse como Katsumoto, el jefe Samurai de la película
‘El Último Samurai’ protagonizada por Tom Cruise) porque debió entender que el
Valencia, la manada, ya andaba por aquel entonces ausente de líder. El lobo
predominante no emergía.
Tras la marcha de Rafa Benítez, que se convirtió
en guía por derecho propio tras sus éxitos deportivos, Juan Soler buscó el
líder en uno que jamás lo fue. Ranieri en su primera etapa simplemente dio en
el clavo como entrenador y encontró ese liderazgo en los jugadores. Cañizares,
Djukic, Mendieta, Piojo… ellos lideraban el grupo. Repatriar al italiano, que a
punto estuvo de “venir nadando” desde Londres, fue sólo el primer error del
inútil Soler, tan líder de club como un ‘mono con pistolas’.
A partir de ahí, el Valencia se fue
descomponiendo como un castillo de arena, a golpes de ola de mar.
Baraja y Albelda por diferentes motivos fueron
dejando de ser los estandartes que pudieron tomar el relevo a Benítez. Los
entrenadores que iban y venían, carecían del carisma suficiente para arrastrar
al grupo (pese a intentarlo como Quique) o les sobraba carisma y caradura (como
Koeman).
Los jugadores que fueron llegando aportaron mucho futbolísticamente. En algunos casos fueron (son) futbolistas brillantes como Villa, Silva, Mata… ¿pero líderes? No, líderes no fueron.
Porque la conclusión definitiva es que un
individuo, por más que se empeñen los demás e incluso uno mismo, no se
convierte en líder. El líder nace, lo ves desde pequeño cuando juega en el
parque, en el cole… tira del resto de amiguitos. Con el tiempo ese liderazgo
puede pulirse y acrecentarse o, simplemente, quedarse para presidente de
comunidad de vecinos. Pero si no lleva algo desde la cuna, olvídense.
En los últimos cuatro años, siguiendo la
desertización de los otros cinco anteriores, han intentado convertirse en
líderes desde Manolo Llorente a Amadeo Salvo en el sillón de tribuna. Desde
Emery a Djukic en el banquillo. Desde Soldado a Banega en el terreno de juego…
Ninguno ha cuajado porque ninguno lo lleva. No se trata de ser mejores o peores
profesionales o personas, pero líderes no son. Y el Valencia lleva casi diez años
echándolo en falta.
Escribe para 'El Chut': Jorge Segura (@jseguraclara)
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