--> Siento un profundo respeto por las personas creyentes. Seguramente porque yo, con el paso de los años, dejo de serlo un poquito más cada día. Se me hace imposible creer en seres superiores cuando veo tanta injusticia, tanta muerte, tanta maldad en todos los rincones. Pero, a la vez, he aprendido a tener fe en las personas. A creer en quienes intentan cambiar constantemente aquello que envilece al ser humano, especialmente en las personas que han sufrido golpes irreparables para cualquiera y que, sin embargo, son capaces de superarlos, seguir adelante y no pedir un ápice de compasión.
Un artículo de Jorge Segura (@jseguraclara).Seguir a @jseguraclara
Manolo Preciado. |
A Preciado lo conocí tomando copas. Porque a
Manolo le encantaba salir a tomar algo siempre que el trabajo se lo permitía.
Con el tiempo cada vez comprendí más que su interés no estaba tanto en tomar
algo aquí sino en con quién lo tomaba. Era un animal social. Lo llevaba en la
sangre. Sin necesidad de pronunciar una palabra ya te hacía sentir cómodo. A mí
me hizo sentir cómodo.
Recuerdo que ese día el Levante había perdido
y que, a modo de presentación y tras dedicarme un fuerte apretón de manos, yo
le ofrecí mi ‘pésame’ por la derrota que habían sufrido. La contestación me
ganó para siempre. “Lo triste es que hubiéramos ganado jugando tan mal. Venga
tómate algo”. Y nos lo tomamos.
Hablamos de esto y de aquello en compañía de otros compañeros de la Prensa. Manolo tenía buena relación con todos, sin buscarla, sin provocarla, porque él tenía buena relación con la vida y lo transmitía a cualquiera.
Ese año, yo seguía la información del Valencia
para la COPE, y mis encuentros con él no pasaron a partir de ahí de alguna
rueda de Prensa o partido al que me tocó acudir. No volví a coincidir en ningún
otro ‘sarao’ nocturno. Pero no olvidaré que, siempre, recordó mi nombre al
verme. Recordaba el de todos, porque Manolo daba valor a las personas y a la
vida por encima de todo. Eso te hacía sentirte especial.
Un 11 de marzo de 2004
La primera ocasión en la que volví a
encontrarme con él acabó por definirme al personaje. Madrid, los madrileños,
los españoles, todos sufrimos los atentados del 11 de marzo de 2004 y en una
decisión aberrante, la Liga de Fútbol Profesional y la Federación española
decidieron que los partidos que había que jugar ese fin de semana, se
disputaran. Con el país conmocionado y la gente asustada, había que jugar al
fútbol. No tenía sentido.
Aquel 13 de marzo el Levante jugó y ganó en
casa al Tenerife. Un gol a cero. Iba camino del ascenso a Primera, pero Manolo
volvió a dejarme clara su personalidad al acabar el partido. “Me importa un
pimiento lo de hoy. No hay derecho a esto”. Dos años antes, Manolo había
entendido lo fundamental de la vida, cuando su mujer falleció tras una dura
enfermedad. El fútbol era su pasión, pero la vida y la gente estaba por delante
de todo.
Aquel año todos ‘corrimos’ con él como posesos
en el estadio Chapín de Jerez. Descamisado, enloquecido de felicidad y con la
bufanda del Levante al aire, celebrando el ascenso a Primera. Sólo unos días
después le tocó hacer sólo el momento más doloroso, cuando perdió en un
accidente a su hijo pequeño.
Villarreal y las esperanzas de futuro
El brillo de sus ojos ya no fue el mismo, pero
el corazón le siguió llevando adelante. Justo hasta que el destino lo paró,
cuando tenía por delante el reto más importante de su vida profesional, un Villarreal
renovado con esperanzas de futuro sólido.
Hoy hace un año que se fue. Hoy descubrirán
una estatua suya en Gijón, merecida, aunque estoy convencido de que a él no le
haría mucha gracia. No creo en dioses ni personalidades etéreas, pero sí creo
en las personas y en su corazón. Hoy sigo creyendo en el corazón “canalla” de
Manolo Preciado.
Escribe para 'El Chut': Jorge Segura (@jseguraclara).
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Hay pocos comentarios a un artículo que puedan superar un: La piel de gallina. Conseguiste dejarme de piedra. Gracias por recuperar su memoria, su figura, y de una forma muy muy buena.
ResponderEliminarEs verdad, a Manolo le querian donde iba, todo el mundo. Se le echa de menos.
ResponderEliminarYo soy bastante peor persona que Manolo Preciado. Él podía perdonar cosas que yo difícilmente hubiera perdonado...
ResponderEliminarGran artículo. Muy emocionante. Felicidades.
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