--> Este jueves, en la redacción de Eurosport, rememorando con Eduardo Chozas tiempos de radio lejanos de vibrantes transmisiones del Tour de Francia, terminó por salir -tema recurrente- el dopaje en el ciclismo, los mitos caídos (se acababa de conocer que Jalabert también hizo trampas) y los mitos que están por caer. Se quejaba Chozas de la hipocresía de un sistema que solo se fijaba en el ciclismo y solo apuntaba su dedo acusador a los corredores. Y puede que tenga razón en su desencanto.
Un artículo de Luis Jiménez (@lujimmix)Seguir a @lujimmix
Jan Ullrich, en su época en el T-Mobile. Foto: Moritz Petersen. |
Viene toda esta
introducción a una reflexión posterior mientras veía el partido de
España-Italia en ese invento llamado Copa Confederación, que no es más que otra
manera de exprimir el limón de las selecciones para que la FIFA siga aumentando
su cuenta de beneficios. La imagen de jugadores medio deshidratados, agotados,
con la lengua fuera, al límite de su capacidad física, me hizo pensar en las
palabras de Chozas y hacerme una pregunta: ¿es posible que un futbolista
profesional aguante todo este esfuerzo inhumano con la dieta de los macarrones?
Wimbledon. Conmoción en las primeras rondas con las eliminaciones de Nadal y de
Federer. En una sola semana, la hierba londinense se ha merendado hasta 12
jugadores por lesión. ¿Los cuerpos de algunos tenistas han dicho basta ya?
Preguntas incómodas
El dopaje es una
lacra con muchas aristas. Hay intereses oscuros, indecentes cantidades de
dinero, vanidades, pobres diablos, jornaleros de la gloria y, sobre todo, mucho
cinismo hipócrita. Siempre me he preguntado cómo es posible que un ciclista se
haga 200 kilómetros, tres puertos de primera, cinco horas sobre un sillín y al
día siguiente se vuelva a montar en su bicicleta para recorrer una distancia
parecida, con más puertos, metas volantes, llegadas brutales y no morir en el
intento. Siempre me he preguntado cómo es posible que un tenista intercambie
raquetazos con toda su alma durante cuatro o cinco horas, dispute al día
siguiente un dobles y vuelva a la cancha en la siguiente ronda para jugar otro
partido interminable. Siempre me he preguntado si es normal que un futbolista
de primer nivel empiece una temporada a primeros de agosto, juegue Liga, Copa,
Champions, amistosos y selección, para concluir su año deportivo a final de
junio, con una media de dos partidos por semana. No me gustaban las respuestas
que me daba a mí mismo.
Escribe para 'El Chut': Luis Jiménez (@lujimmix)
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El problema no es hacer 200 kilómetros. El problema es hacerlos al ritmo que llevan en las grandes carreras.
ResponderEliminarEl problema no es jugar dos partidos de fútbol a la semana. El problema es pretender la misma frescura y brillantez en ambos.
El problema no es jugar 50 torneos de tenis al año. El problema es querer ganarlos todos.