--> Fue llamativo escuchar el cántico durante el partido entre España y Tahití de la Copa Confederaciones en Maracaná. “El pueblo unido, jamás será vencido”. La frase acuñada por un político colombiano, elevada a lema por manifestantes chilenos en la época de Salvador Allende y a himno por Quilapayún sonaba en un estadio de fútbol, no en uno cualquiera, y con el altavoz que supone un partido de la actual selección campeona del Mundo. Incluso aunque el rival fuera una de las más débiles de la historia. Lo que sucedió en Maracaná aquella noche no fue sino el reflejo de lo que sucede en las calles de Brasil.
Un artículo de Jorge Segura (@JSeguraClara).Seguir a @JSeguraClara
Bandera de Brasil. Foto: Paty Oliveira. |
Buena parte de los compañeros enviados
especiales por los medios de comunicación al torneo, incluidos los de medios
exclusivamente deportivos, están ejerciendo más de cronistas de los problemas
que sufre el pueblo brasileño que de lo
que pasa dentro de esas ‘jaulas’ de oro que parecen los estadios creados para
la Copa del Mundo del próximo año.
Todos veíamos en los últimos años Brasil como
el país de las oportunidades, un lugar donde escapar de la crisis que nos
asfixia en Europa. Una emigración a la inversa de los últimos años, un
‘redescubrimiento’ de América, menos violento pero igualmente recaudatorio.
Gracias a ese grito de los brasileños en Maracaná, de las imágenes de manifestaciones y altercados en las calles, de las crónicas de Fermín de la Calle, Miguel Angel Lara, José Félix Díaz… y tantos otros, más de uno ya no siente la necesidad de conseguir el visado. Gracias a eso y a que varios jugadores decidieron solidarizarse con su gente públicamente.
No sé si declaraciones como la de Neymar
apoyando a sus compatriotas que sufren en las calles fueron más o menos
impostadas. No sé si las de Marcelo y otros compañeros buscaban preservar la
tranquilidad de su selección, afectada también por duras críticas de los
manifestantes que ven en el Mundial y los Juegos Olímpicos posteriores un
dispendio excesivo que está encareciendo por otras vías sus vidas. Y, sobre
todo, empobreciendo aun más las de los que menos tienen. El caso es que esas
manifestaciones públicas de los jugadores, iconos mediáticos y sociales, me
parecen necesarias, oportunas.
Salvo excepciones que confirman la regla, no
hay deportista de elite a quien le dé igual la situación de su entorno más
amplio, de la sociedad. Todos, unos más otros menos (dependiendo de sus
ganancias económicas), tienen familiares, amigos o conocidos con problemas
económicos y sociales. La mayoría lo reconoce, lo discute, incluso lo critica si tienes la oportunidad de mantener una pequeña charla privada.
Pero cuando llega el momento de aparecer en sala de Prensa, donde sus palabras pueden tener un eco impensable y una fuerza inmediata, la contestación más repetida suele ser “no soy yo quien debe responder a eso, yo me dedico a jugar a esto o aquello”. La coletilla se ha hecho tan común que el periodista, finalmente, acaba por no preguntar por según qué problemas políticos y sociales, consciente del absurdo tópico que obtendrá por respuesta.
Hablar o no hablar
Me parece una irresponsabilidad social hacia
muchas de las personas que atraviesan una situación tan crítica. Muchas gastan
lo que no pueden en sus camisetas, sus fotos, una café en un bar para ver un
partido, horas de espera en un parking por sacar una foto… Y luego, en la
mayoría de los casos, esos ídolos contestan una absurdez cuando les preguntas
por los problemas sociales.
Soy consciente de que a muchos les da miedo
expresar públicamente sus pensamientos o creencias políticas y sociales, por la
negativa repercusión que eso pueda conllevarles en varios ámbitos vitales,
incluido el de sus familias. La presión de las empresas que los visten o
engalanan para que no se posicionen… Pero, les preguntaría, ¿miedo a qué?
Mientras metan la pelota donde toca, sigan
corriendo igual de rápido, llegando lo más lejos… poco podrán perder por
declarar sus ideales de justicia, política o sociedad. A cambio se ganarán el
respeto personal de los que menos tienen, que es mucho más importante que la
adoración deportiva. Con el tiempo lo entenderán.
Escribe para 'El Chut': Jorge Segura.
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