--> Hay jugadores que nacen con un don o una habilidad fuera de lo común, que se escapa hasta de la lógica humana. En el deporte profesional, parece inverosímil que un joven de menos de 18 años destaque al máximo nivel. Ricky Rubio lo hizo con 14, cuando debutó contra el C.B. Granada el 10 de octubre de 2005. Cinco minutos, dos puntos, una asistencia y dos robos fueron su carta de presentación en la Liga ACB, pero lo importante fueron las sensaciones que dejó. Esa presión tan intensa, y su facilidad para encontrar huecos donde el resto solo ven manos, hicieron que “El niño maravilla” jugara cada vez más partidos, hasta llegar a, seguramente, el objetivo de todo deportista, los Juegos Olímpicos. En 2008, Pekín sería testigo del nacimiento de una estrella de tan sólo 17 años. El futuro, brillante, estaba por venir.
Un artículo de Diego García (@quincevidas).Seguir a @quincevidas
Ricky Rubio, en un partido reciente con Minnesota Timberwolves. |
Un lobo gris llamado Ricky Rubio
Su debut fue fulgurante, y eso que sus números fueron más bien bajos. Seis puntos, seis asistencias y cinco rebotes en veintiséis minutos. Pero la escena fue otra. Todo aficionado español tiene la imagen de Ricard apoyado en la mesa, al borde de la pista. Un metro lo separaba del parqué. El speaker dijo el nombre tan deseado en la ciudad de Minnesota. El público cantó, vibró, silbó… El ruido inundó el pabellón. En comparación, se puede decir que Ricky es a Minnesota lo que fue Ronaldinho al Barça. Un nuevo mundo acababa de ser descubierto en ese jugador catalán. La magia, la sorpresa, el engaño, y a la vez la elegancia, la eficacia y el estilo, pertenecen ahora a “los lobos grises de Minnesota”.
Los primeros partidos demostraron lo que es Rubio, un joven con un
talento diferente, único para el basket. Sus asistencias imposibles levantan
del asiento a propios y extraños. Mérito suyo es que tantas y tantas noches los
españoles trasnochemos para ver cómo ese pequeño mago hace travesuras con el
balón. Capaz de burlar a jugadores como Westbrook, Nash o Parker, recibe
elogios por doquier. Desde Durant hasta Lebron, pasando por Kobe, todos caen
rendidos. Éste último fue, en un enfrentamiento contra Rubio, el que lo lesionó
de gravedad. El de El Masnou buscó, a dos minutos del final, el dos contra uno,
intentó conseguir una falta en ataque que permitiera a su equipo ganar la
posesión.
Su mejor virtud acabó siendo su condena. La rodilla de Kobe golpeó la
de Ricky. El suelo fue su siguiente destino. Cayó de espaldas y su gesto fue de intenso dolor. Sus ligamentos habían cedido. Era consciente de que tendría que estar
mínimo seis meses sin jugar. Sus lágrimas, su impotencia, su rabia… El dolor de
un chico que solo quiere jugar al baloncesto, que noche tras noche sueña con la
jugada perfecta, la jugada ideal, que levante al aficionado propio y al ajeno.
Un jugador espectacular que busca crear espectáculo.
Quizás Nash sea mejor, quizá Parker tenga más veteranía y mejores estadísticas, o Westbrook algún anillo, pero como Ricky no son. Su imaginación, su influencia en el juego… Sin él, Minnesota bajó en nivel, en juego, en victorias.Cierto es que a su baja había que sumar, entre otras, la de la estrella del equipo Kevin Love, candidato al MVP de la pasada temporada. Jugador franquicia, cuando él se recupere Ricky será el primero en sonreír. Ampliará el número de asistencias considerablemente. También debía ocurrir con Roy, un jugador que llegaba lesionado, y que jamás se recuperó. Al contrario que Love, Roy ni está ni se le espera.
Disfrutar con el juego
En las manos de este base de 191 cm está el futuro de los Wolves. Juega para divertirse y se divierte jugando. Queda para la historia su consejo a Shved: “Sé feliz. Cambia tu cara. Disfruta”. Esto es Rubio. Y como es él deberían ser todos los jugadores. No se debería perder la esencia del deporte, y Ricky es su mayor exponente. El día que no disfrute jugando, lo dejará.
Su recuperación va mejor de lo que se esperaba. Los críticos, que apelaban
a sus estadísticas para atizarle, empiezan ahora a callar. El “9” entendió que
debe anotar más. Ser más agresivo. No es fácil tras casi nueve meses de baja,
pero él está haciendo que todo lo parezca. Su nivel se acerca a lo inesperado,
a lo insospechable… Ya nadie sabe qué será de Ricky. Pero todos sabemos que
mientras él tenga un balón en la mano, disfrutaremos. Y seguiremos estando
hasta las cuatro de la mañana solo para verlo jugar.
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