--> Digo de entrada: no me está gustando cómo juega la selección española de baloncesto. Añado: me parece muy injusta la cacería organizada contra el seleccionador desde el primer día en que fue nombrado para el cargo, cuestionando y creando una tendencia sobre la falta de idoneidad de Juan Orenga para ejercer en el banquillo. Nada nuevo para un país en el que el Tiro al Seleccionador, a falta de Juegos, se ha convertido en una nueva modalidad olímpica.
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Juan Antonio Orenga, seleccionador español de baloncesto. Foto: FIBA Europa. |
Por el banquillo
español han pasado muchos y muy buenos entrenadores que han tenido una sola
cosa en común: el rechazo, la crítica más ácida y un final abrupto. Antonio
Díaz Miguel o Lolo Sainz, por poner dos ejemplos del pasado, terminaron sin
pena ni gloria su etapa en el banquillo nacional. Dos instituciones en nuestro
cainita baloncesto, que muchas veces ha despreciado, humillado y condenado al
olvido a muchos de sus mejores hombres. Hace años, un sabio de este deporte,
Miguel Ángel Paniagua, me decía que en Italia, un tipo como Lolo Sainz, con 13
títulos europeos, 14 nacionales y un subcampeonato continental con la
selección, tendría calles y plazas dedicadas a su nombre. Ni el Zorro Plateado
ni el bueno y añorado Díaz Miguel salieron por la puerta grande del equipo
nacional. La tradición se ha perpetuado.
Por el banquillo español han pasado entrenadores tan diferentes y válidos como Aito García Reneses, Moncho López, Javier Imbroda, Pepu Hernández, Sergio Scariolo o Mario Pesquera. Entre todos consiguieron desde el inicio del nuevo siglo un Mundial, dos europeos y dos medallas olímpicas.Curiosamente, la polémica siempre ha rodeado a esta especie de silla caliente, bien por ser demasiado veteranos o por ser demasiado bisoños; por simultanear el cargo con la dirección de un club ACB o por no tener nada que hacer durante el año, salvo las dos-tres semanas de competición; por ser inmovilistas y rodearse de una fiel, aunque no la mejor guardia pretoriana, o por ser osados y apostar por los talentos más jóvenes, aunque más inexpertos del universo ACB. Cualquier excusa ha sido buena para cuestionar, criticar y ejercer una especie de talibanismo, de escaso criterio, hacia la figura del seleccionador de baloncesto.
¿Ha sido un error
entregar la selección a Juan Orenga? Es posible. Solo los resultados lo dirán.
Inexperto en banquillos ACB, pero magnífico conocedor del banquillo de la
selección, desde el discreto segundo plano del entrenador ayudante o desde la
menos arriesgada posición de entrenador de categorías inferiores. Orenga es un
tipo que aprendió de John Pinone un aspecto fundamental para entender este
deporte: el baloncesto es un juego para tipos inteligentes. El castellonense lo
es, desde que supo aplicar el cerebro para suplir sus carencias físicas. Ahora
le toca lidiar con un campeonato de Europa extraño por su mediocridad, con unas
expectativas enormes para el equipo y unas ausencias, algunas gestionadas de una
forma muy torpe, que lo han condicionado todo. Se pueden cuestionar decisiones
puntuales de dirección deportiva, quitar una zona, sacar de pista a tal jugador
o mantener con dos personales a otro, pero cuestionar todo el trabajo de un
entrenador porque gesticula más o menos en el banquillo, porque determinado
jugador se borra del partido en un momento decisivo o porque todo su equipo se
desenchufa del partido de una manera inexplicable, ¿es eso también culpa por
entero del entrenador? Quizá Juan Orenga se haya precipitado al dar este enorme
salto hacia el banquillo nacional, pero si este tren pasa por delante de tu
estación, ¿le dirías que no?
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Hay que dar confianza a Orenga. Como en su día José Luis Sáez hizo con Pepu Hernández (hasta que inexplicablemente se la quitó) y con Sergio Scariolo. Estaría bien que Orenga por lo menos se mantuviera en el banquillo de España hasta después de los Juegos Olímpicos de Río 2016. Después ya se vería.
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